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Normas de protocolo de Leonardo da Vinci

Normas de protocolo de Leonardo di ser Piero da Vinci

El arte de Leonardo da Vinci nunca dejarĆ” de sorprendernos. Empiezas a conocer a este magnĆ­fico personaje primero por sus cuadros, que te dejan con la boca abierta y se te cae la baba ante esas pinturas, que por muy artista del pincel que seas a su lado no eres mĆ”s que un niƱo haciendo garabatos con un plastidecor (lo digo a tĆ­tulo personal). DespuĆ©s descubres (como muy bien lo explica el artĆ­culo de Dragonerrante) que ademĆ”s era un lince inventando armas mortĆ­feras y tĆ”cticas de guerra, se te quedan los ojos como platos cuando ves que inventó una ametralladora, un protohelicóptero, un carro de combate y hasta un submarino. Pero luego vas y descubres que tambiĆ©n escribió recetas de cocina. AquĆ­ dices, despuĆ©s de lo anterior no me voy a sorprender mĆ”s… ¿Pero y cuĆ”ndo lees su libro de recetas y descubres que en las anotaciones al margen hay todo un catĆ”logo de normas de protocolo en la mesa, incluyendo, dónde sentar a un asesino? Ya no te quedan bocas no ojos para abrir cómo platos, solo te queda adorar a esta criatura de la naturaleza (no me atrevo a decir humana) y besarle los pies si fuera posible.

El llamado ”recetario” de da Vinci es el Codex Romanoff, escrito aproximadamente en 1490. En esta obra aconseja, en una anotación a margen de pĆ”gina, el noble arte de sentar a un asesino sin saltarse el protocolo que en toda buena mesa debe regir. Cito textualmente porque yo me quedo sin palabras:

Norma 1. Cómo sentar a un asesino a la mesa. (El orden de las normas de protocolo es cosa mía, no aparecen así en el Codex)

“Si hay un asesinato planeado para la comida, entonces lo mĆ”s decoroso es que el asesino tome asiento junto a aquel que serĆ” el objeto de su arte, y que se sitĆŗe a la izquierda o a la derecha de esta persona dependerĆ” del mĆ©todo del asesino, pues de esta forma no interrumpirĆ” tanto la conversación si la realización de este hecho se limita a una zona pequeƱa. En verdad, la fama de Ambroglio Descarte, el principal asesino de mi seƱor Cesare Borgia, se debe en gran medida en su habilidad para realizar su tarea sin que lo advierta ninguno de los comensales y, menos aun, que sean importunados por sus acciones. DespuĆ©s de que el cadĆ”ver, y las manchas de sangre, de haberlas, haya sido retirado por los servidores, es costumbre que el asesino tambiĆ©n se retire de la mesa, pues su presencia en ocasiones puede perturbar las digestiones de las personas que se encuentran sentadas a su lado, y en este punto un buen anfitrión tendrĆ” siempre un nuevo invitado, quien habrĆ” esperado fuera, dispuesto a sentarse a la mesa en ese momento”.

Que el asesino se retire una vez hecho su trabajo me parece todo un detalle por su parte. Con quĆ© cara sigues tĆŗ comiendo el pastel de oveja a las finas hierbas con testĆ­culos de cordero en crema frĆ­a (una receta del propio Leonardo) si tienes a tu lado al asesino. Primero, ¿de quĆ© hablas con Ć©l?, y segundo, si no se ha ido es que tĆŗ eres el siguiente. No hay bicarbonato para garantizar esa digestión. Da Vinci estaba en todo.

Aunque ahora nos parezca extraƱo, tener a un asesino en la mesa y que de repente desaparezca el seƱor que te iba a pasar la sal, en el Renacimiento estaba a la orden del dƭa. Ni que decir tiene que Leonardo estaba en todo y tenƭa hasta una receta para quitar las manchas de sangre del mantel sin tener que cambiarlo, porque eso era muy molesto para los comensales, bastaba con frotar la mancha con una col previamente sumergida en agua templada.

Norma 2. No te limpies las manos en el conejo.

Pero sus normas de protocolo no terminan aquĆ­. Leonardo tambiĆ©n tiene el honor de ser el inventor de la servilleta, por una curiosa costumbre que tenĆ­a su seƱor que al gran sabio molestaba muchĆ­simo. Y es que su seƱor, Ludovico Sforza “el Moro”, ataba conejos a las sillas de los comensales para que los usaran de servilleta y no le mancharan el mantel.

“La costumbre de mi seƱor Ludovico de amarrar conejos adornados con cintas a las sillas de los convidados a su mesa, de manera que puedan limpiarse las manos impregnadas de grasa sobre los lomos de las bestias, se me antoja impropio del tiempo y la Ć©poca en que vivimos. AdemĆ”s, cuando se recogen las bestias tras el banquete y se llevan al lavadero, su hedor impregna las demĆ”s ropas con las que se lava.”

Me surgen dudas, ¿los conejos estaban vivos durante la comida?, porque supongo que despuĆ©s de tirarlos al lavadero con el resto de la ropa, los animalitos muy animados no debĆ­an estar. Si los lavaban, es que volvĆ­an a usarlos ¿Vivos o muertos?. Y lo que es mĆ”s, ¿no podĆ­an usar dos pilas distintas, una para los conejos y otra para la ropa?. Afortunadamente para los pobres conejos, inventó la servilleta.

Pero los conejos no eran el único problema en una época en la que se comía con las manos. Da Vinci prosigue:

“Tampoco apruebo la costumbre de mi seƱor de limpiar su cuchillo en los faldones de sus vecinos de mesa. ¿Por quĆ© no puede, como las demĆ”s personas de la corte, limpiarlo en el mantel dispuesto con ese propósito?”

Afortunadamente no todos en la corte era tan guarros, Leonardo alaba las buenas maneras de la esposa de Ludovico, Beatriz D´Este, junto a ella los comensales eran felices por tener sus faldones limpios.

“Mi seƱora Beatriz tiene costumbres mĆ”s delicadas:usa guantes blancos en sus manos y se los cambia tres veces en cada comida. Yo desearĆ­a que todos fueran como ella”.

Los conejos tambiĆ©n lo desearĆ­an. Pero… ¿los guantes los lavaban en la misma pila que los conejos?

Norma 3. Cómo sentarse a la mesa.

parece una tonterĆ­a, pero no es asĆ­. Hay gente que el “siĆ©ntate en la mesa” se lo toma de forma literal.

“NingĆŗn invitado ha de sentarse sobre la mesa, ni de espaldas a la mesa, ni sobre el regazo de cualquier otro invitado. No poner una pierna encima de la mesa. No sentarse debajo de la mesa en ningĆŗn momento”.

Resto de las normas de protocolo o cómo no hacer la comida un infierno al resto de los comensales.

SĆ© que cada una merece un espacio a parte, pero me voy a limitar a enumerarlas, porque no tienen desperdicio.

“No poner la cabeza soble el plato” (¿Lleno o vacĆ­o?).

“No tomar comida del plato de su vecino de mesa a menos que tenga su conocimiento” (AsĆ­ no te gorronĆ©an la patata mĆ”s rica que te habĆ­as guardado para el final).

“No poner trozos de su propia comida, o a medio masticar sobre el plato de sus vecinos” (Son lentejas, si quieres las comes y si no las dejas, pero en tu plato).

“No enjugar el cuchillo en las vestiduras de su vecino de mesa” (Para eso estĆ”n los manteles o los conejos).

“No utilizar su cuchillo para hacer dibujos sobre la mesa” (Si te aburres te compras un mono o juegas con el conejo).

“No coger comida de la mesa y guardarla en su bolso o faltriquera para comerla mĆ”s tarde” (Veo que esta costumbre sigue vigente).

“No ha de escupir ni hacia delante ni hacia los lados” (Supongo que hacia arriba tampoco).

“No ha de pellizcar o golpear a su vecino de mesa”. (Hay veces que se lo buscan).

“No ha de prender fuego a su vecino de mesa, mientras estĆ© en la mesa” (Total, que no te dejan divertirte).

“No ha de poner los ojos en blanco, ni caras horribles, ni cantar o vociferar, ni hacer ruidos o bufidos” (Lo dicho, no te dejan divertirte).

“No cantar ni proponer acertijos obscenos si estĆ” sentado junto a una dama” . (oro parece…)

“No ha de dejar sus aves sueltas sobre la mesa”. (Si te traes la gallina la atas junto al conejo)

“Ni tampoco serpientes ni escarabajos”. (No dice nada de cucarachas).

“No tocar el laĆŗd o cualquier otro instrumento que pueda ir en prejuicio de su vecino de mesa (a menos que mi seƱor asĆ­ se lo requiera)” (Total, que como te toque un anfitrión graciosito, te dan la cena y con el laĆŗd en la cara)

“No ha de poner el dedo en la nariz ni en la oreja mientras estĆ” conversando” (Nada de sacarse mocos, porque seguro que se los pegas al vecino en el faldón).

“No ha de conspirar en la mesa (a menos que lo haga con mi seƱor)” (DĆ©jalo para los postres).

“No ha de hacer insinuaciones impĆŗdicas a los pajes ni jugar con sus cuerpos” (Esta es buena, si es que van provocando con esas mallas ajustadas).

“No ha de golpear a los sirvientes a menos que sea en defensa propia” (¿En esta Ć©poca todos eran unos cafres?).

“Si ha de vomitar, debe abandonar la mesa” (No vomites en tu compaƱero y luego te limpies con el conejo).

TambiĆ©n hay que agradecer a Leonardo da Vinci la invención del tenedor de tres picos. No lo inventó para que la gente no comiera con las manos, sino para comer los espaguetis, porque entre sus inventos de artefactos, estĆ” la mĆ”quina que convierte la lasaƱa en espagueti. Entre otras el pela-ajos, la picadora de vacas (enteras), la mĆ”quina de cazar ranas, o la mĆ”s prĆ”ctica alarma anti-incendios de cocina. De igual manera le debemos el invento del sĆ”ndwich, que Ć©l llamó “pan con sorpresa”.

“Ciertamente, se podrĆ­a disponer toda suerte de cosas entre los panes: ubres, testĆ­culos, orejas, rabos, hĆ­gados. Los comensales no podrĆ”n observar el contenido al entrarle con sus cuchillos. Lo llamarĆ©, por esta razón, pan con sorpresa.”

El Codex Romanoff merece un espacio aparte, espero que hayan disfrutado de esta pequeƱa muestra.

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