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SIN TAPUJOS - OSCAR WILDE

SIN TAPUJOS - OSCAR WILDE



Las Mujeres

menos a la tentaciĆ³n. si se   hace a menudo. Es peor que fea, es buena intentando hacerlo eterno.
Las mujeres estƔn hechas para ser amadas, no para ser comprendidas. Las mujeres son un sexo decorativo. Nunca tienen nada que decir, pero lo dicen encantadoramente.
Ella se comporta como si fuera bonita. Es el secreto de su encanto. Las mujeres representan el triunfo de la materia sobre el espĆ­ritu, tanto como los hombres representan el triunfo del espĆ­ritu sobre la moral.
El llanto es el refugio de las mujeres feas y la ruina de las bonitas.
Hay sĆ³lo dos clases de mujeres: las que no se maquillan y las que se maquillan. Las que no se pintan son muy Ćŗtiles. Si uno quiere ganarse una reputaciĆ³n de hombre respetable, lo Ćŗnico que tiene que hacer es invitarlas a cenar. Las otras mujeres son encantadoras. Sin embargo, cometen un error. Se maquillan para intentar parecer jĆ³venes. Nuestras abuelas lo hacĆ­an para que asĆ­ pareciese que hablaban de manera brillante.
Las mujeres nos tratan exactamente como la humanidad trata a sus dioses. Nos adoran y siempre nos estƔn pidiendo algo.
Su capacidad para el afecto familiar es extraordinaria. Cuando muriĆ³ su tercer marido, su pelo se volviĆ³ completamente dorado de dolor.
Las mujeres estĆ”n mejor constituidas que      los hombres para soportar el dolor. Viven de sus emociones. Cuando las mujeres se enamoran, es simplemente para tener a alguien a quien hacer escenas.
intentando hacerlo eterno. Las mujeres estropean todo romance, intentando hacerlo eterno.
El Ćŗnico encanto del pasado es que ya ha pasado. Pero las mujeres nunca saben cuĆ”ndo ha caĆ­do el telĆ³n. Siempre quieren un sexto acto y, aunque se haya perdido el interĆ©s por la obra, ellas proponen la continuaciĆ³n.
La Ćŗnica manera de que se puede valer la mujer para reformar a un hombre es aburrirle a tal punto que pierda todo interĆ©s en la vida.
SĆ³lo las mujeres muy feas o muy bellas esconden sus rostros.
Las mujeres americanas son lo suficientemente inteligentes como para ocultar quiƩnes son sus padres, asƭ como las inglesas lo son para ocultar su pasado.
En la buena sociedad, tener otro admirador-cuando se pierde el que se tenƭa- siempre hace mƔs joven a una mujer.
Las mujeres corrientes no quedan grabadas en nuestra imaginaciĆ³n. EstĆ”n limitadas a su siglo. Uno puede ver su mente tan fĆ”cilmente como ve su sombrero.
Me gustan los hombres que tienen un porvenir y las mujeres que tienen un pasado.
Las mujeres se defienden atacando, asƭ como atacan por medio de repentinas y extraƱas sumisiones.
Ella es muy inteligente, demasiado para una mujer. Le falta ese indefinible encanto de la debilidad.
Las mujeres -como dijo una vez un ingenioso francƩs- nos inspiran el deseo de hacer obras maestras, pero tambiƩn siempre son ellas las que nos impiden realizarlas.
Me aburren las mujeres que nos aman. Las mujeres que nos odian son mucho mƔs interesantes.
Las mujeres aprecian la crueldad mƔs que ninguna otra cosa. Tienen unos instintos maravillosamente primitivos. Las hemos emancipado, pero ellas siguen siendo esclavas en busca de dueƱo. Les gusta ser dominadas.
Todos los maridos de las mujeres bellas pertenecen a las clases criminales.
Las mujeres, como dijo alguien, amamos con nuestros oĆ­dos, asĆ­ como los hombres aman con sus ojos, si es que aman de alguna forma.
Si una mujer no puede tener defectos encantadores es solamente una hembra. Las mujeres ¡quĆ© costumbre tienen de hacer cosas peligrosas! Es una de las cualidades que mĆ”s admiro en ellas. Una mujer coquetea con cualquiera, con tal de que la estĆ©n mirando.
HabĆ­a cambiado varias veces de marido, pero como nunca cambiĆ³ de amante la gente habĆ­a dejado de chismorrear sobre ella.
Todo lo mejor que una mujer puede entregar a un hombre es: adoraciĆ³n, ternura y amor.
Las mujeres carecen por completo de memoria para lo importante.
-¿Cree usted que la ciencia no puede abordar el problema de las mujeres? -La ciencia no puede explicar lo irracional. Por eso no tiene porvenir en este mundo.
-Y las mujeres representan lo irracional. -Las mujeres bien vestidas.
Muchas mujeres americanas, al dejar su paĆ­s natal, adoptan un aspecto de enfermas crĆ³nicas, creyendo que es un sello de distinciĆ³n europea.
Los hombres creen agradar enormemente a una mujer, cuando le dicen una serie de cosas que en realidad no creen.
Las mujeres malas nos molestan. Las buenas nos aburren.
Un hombre que moraliza es casi siempre un hipĆ³crita, y una mujer que moraliza es invariablemente fea.
Las mujeres siempre quieren que uno sea bueno. Y si somos buenos, entonces nos dejan y se enamoran de otro. Les gusta encontrarnos irremediablemente malos y dejarnos muy buenos.
Las muchachas nunca se casan con los hombres con quienes coquetean. No lo ven bien. Esa es la causa del extraordinario nĆŗmero de solteros.
Es escandalosa la cantidad de mujeres que en Londres coquetea con sus propios maridos. Es exactamente como si uno llevara en pĆŗblico la ropa limpia.
La Ćŗnica manera de tratar a una mujer es hacerle el amor, si es bonita y hacĆ©rselo a otra, si es fea.
Londres estƔ lleno de mujeres de alta alcurnia que tienen, desde hace muchos aƱos y por propia voluntad, treinta y cinco aƱos.
Es peor que fea, es buena
Estoy cansado de ella. Es peor que fea, es buena.
Los hombres, cuando nos cortejan, nos llaman encantadoras criaturas, nos dicen que no sabemos nada de cĆ³mo es la vida y entonces ellos nos la destrozan.
Las mujeres juegan con la compasiĆ³n como con los hombres.
Las mujeres son las mejores artistas del mundo, porque por medio del amor, pueden transformar en hermosas las
vulgares vidas de los hombres, que sĆ³lo se preocupan por obtener riquezas. No conozco que hayan recompensado nunca a las mujeres por ser encantadoras. Creo que normalmente se las castiga por ello. En la actualidad, las mujeres envejecen mĆ”s por la fidelidad de su maridos que por otra cosa. Al menos es la Ćŗnica forma de explicar lo terriblemente huraƱas que parecen la mayorĆ­a de las mujeres bonitas de Londres.
La fuerza de las mujeres proviene del hecho de que la filosofĆ­a no puede explicarlas. Los hombres pueden ser analizados; las mujeres, simplemente adoradas.
Las mujeres tienen un maravilloso instinto para descubrirlo todo, salvo aquello que es evidente.
Ninguna mujer, bella o fea, tiene sentido comĆŗn. El sentido comĆŗn es privilegio
de nuestro sexo. Y los hombres nos sacrificamos tanto que nunca lo usamos. La Ćŗnica tragedia real en la vida de una mujer es que su pasado es siempre su amante y su futuro, invariablemente, su marido. La vida de las mujeres estĆ” encerrada en el cĆ­rculo de las emociones. La vida de los hombres progresa por vĆ­a de la inteligencia.
No es costumbre en Inglaterra que una mujer joven hable con tanto entusiasmo de una persona del sexo contrario. Las mujeres inglesas ocultan sus sentimientos hasta despuƩs de casadas. Entonces los muestran.
-Las mujeres feas siempre estƔn celosas de sus maridos; las bonitas, nunca. -Las bonitas no tienen tiempo. Siempre se encuentran ocupadas en estar celosas de los maridos de las otras.
Uno no deberƭa jamƔs tener confianza en una mujer que dijese su verdadera edad. Una mujer que revelase eso serƭa capaz de decirlo todo.
La edad es sĆ³lo un nĆŗmero; la dĆ©cada es una realidad.
La mala mujer es la clase de mujer de la que nunca se cansa un hombre.
No me importa que las mujeres feas sean puritanas. Es la Ćŗnica excusa que tienen para su fealdad.
-Las mujeres adoramos los fracasos. AsĆ­, los hombres se apoyan en nosotras. -Ustedes adoran el Ć©xito. Se aferran a Ć©l.
-Somos los laureles que ocultan su calvicie.
-Y nosotros siempre las necesitamos, excepto en el momento del triunfo.
Las mujeres no conocemos a nuestros amantes hasta que nos dejan.
Muchos matrimonios fracasan por el sentido comĆŗn del marido, mĆ”s que por    ƍ otra cosa. ¿CĆ³mo puede esperar ser feliz una mujer con un hombre que insiste en tratarla como si fuera un ser perfectamente racional?
Nunca intente entender a las mujeres. Las mujeres son cuadros. Los hombres son problemas. Si desea saber lo que una mujer quiere decir realmente, lo cual es siempre peligroso, mĆ­rela y no la escuche.
Cuando los hombres no dicen cosas encantadoras, es que tampoco las piensan. Si una mujer quiere dominar a un hombre, no tiene mƔs que apelar a lo que hay de peor en Ʃl.
Las mujeres de hoy en dƭa son horriblemente comerciales. Nuestras abuelas hacƭan lo que les venƭa en gana sin importarles nada; sus nietas hacen lo mismo, pero antes calculan cuƔnto les va a producir.
Prefiero a las mujeres con un pasado. Siempre se divierte uno endemoniadamente al hablar con ellas.
Las mujeres son un sexo fascinadoramente terco. Toda mujer es rebelde y, en general, en rebeldĆ­a contra ella misma.
Las mujeres perdonamos la adoraciĆ³n; eso es todo lo que debe esperarse de nosotras.
¿Sabe que yo no creo en la existencia de las mujeres puritanas? No creo que haya una mujer en el mundo que no se sienta un poco halagada si uno le hace
el amor. Eso es lo que hace a las mujeres tan irresistiblemente adorables. Ninguna mujer deberĆ­a tener memoria. La memoria en una mujer es el principio de la dejadez. Por el sombrero de una mujer puede adivinarse si tiene memoria o no.
Los hombres conocemos la vida demasiado pronto, y las mujeres, demasiado tarde. Esa es la diferencia entre unos y otras.
-Estas muchachas americanas se llevan los mejores partidos. ¿Por quĆ© no se quedan en su paĆ­s? Siempre nos dicen que aquello es un paraĆ­so para las mujeres.
-Y por eso, como Eva, todas estƔn ansiosas por salir.
Mientras una mujer pueda aparentar que tiene diez aƱos menos que su hija, estarƔ completamente satisfecha.
Las mujeres modernas de nuestro tiempo creen que un nuevo escƔndalo les sienta tan bien como un nuevo sombrero y sacan a pasear ambas cosas por el parque todas las tardes a las cinco.
Ella llevaba anoche demasiado "rouge" y casi nada de ropa. Eso siempre es un signo de desesperaciĆ³n en una mujer.
La historia de la mujer es la historia de la peor forma de tiranĆ­a que el mundo ha conocido: la tiranĆ­a del dĆ©bil sobre el fuerte. Es la Ćŗnica tiranĆ­a que perdura.
No intento ser perfecto. Al menos, espero no serlo. Las mujeres nos aman por nuestros defectos. Si tenemos los suficientes, nos perdonan todo, hasta nuestra inteligencia.
El Matrimonio
La Ćŗnica diferencia entre un capricho y una pasiĆ³n eterna es que el capricho dura un poco mĆ”s.
Los hombres se casan por cansancio; las mujeres, por curiosidad. Los dos se llevan una desilusiĆ³n.
Cuando uno estƔ enamorado, empieza por engaƱarse a sƭ mismo y termina engaƱando a los demƔs. Eso es lo que el mundo llama un romance.
Lo peor de los romances es que lo dejan a uno completamente insensibilizado. Respecto del matrimonio, desde luego es una tonterƭa, pues existen otras y mƔs interesantes maneras de relacionarse con las mujeres.
No estĆ” bien casarse tantas veces. Veinte aƱos de romance hacen que una mujer parezca una ruina; pero veinte aƱos de matrimonio la convierten en algo asĆ­ como un edificio pĆŗblico.
-En el matrimonio, el afecto no tiene importancia; eso viene despuƩs. -Sƭ, el afecto viene cuando marido y mujer se detestan por completo.
Los que son fieles conocen solamente el lado trivial del amor; el infiel es el que conoce las tragedias del amor.
El Ćŗnico encanto del matrimonio es que vuelve necesaria para ambas partes una vida de engaƱos.
La gente que ama sĆ³lo una vez en su vida es la frĆ­vola. Lo que ellos llaman lealtad y fidelidad, yo lo llamo letargo de la costumbre o carencia de imaginaciĆ³n.
La fidelidad es a la vida emocional lo que la estabilidad es a la vida intelectual: una confesiĆ³n de fracasos.
En la fidelidad, estĆ” la pasiĆ³n de la propiedad. Hay muchas cosas que abandonarĆ­amos si no temiĆ©ramos que otros las recogieran.
La verdadera consecuencia del matrimonio es que nos hace ser altruistas. Las mujeres son maravillosamente prƔcticas. Nosotros siempre nos olvidamos hablar de matrimonio; ellas siempre nos lo recuerdan.
Siempre nos parecen ridĆ­culas las emociones de las personas que hemos dejado de amar.
Mi marido era tan terriblemente miope que no hubiera experimentado ningĆŗn placer en engaƱar a un marido que nunca veĆ­a nada.
Si nosotras, las mujeres, no los quisiĆ©ramos por sus defectos, ¿quĆ© serĆ­a de ustedes? Ninguno se casarĆ­a. SerĆ­an todos unos infortunados solterones. Sin embargo, eso no cambiarĆ­a mucho las cosas.
Actualmente, los hombres casados viven como solteros y los solteros, como casados.
Un hombre puede ser feliz con cualquier mujer, mientras no la ame.
Los romances viven por la repeticiĆ³n, y la repeticiĆ³n convierte al apetito en un arte. Cada vez que se ama es la Ćŗnica vez que uno ha amado nunca. La diferencia de objeto no altera la singularidad de la pasiĆ³n. Simplemente la intensifica.
Yo nunca cambio, excepto en mis afectos.
Los grandes amores y los grandes sufrimientos son destruidos por su propia plenitud.
La vida matrimonial es simplemente un mal hƔbito. Pero uno siente hasta la pƩrdida de sus peores hƔbitos y quizƔs son los que mƔs se siente perder. Son una parte esencial de nuestra personalidad.
Es difĆ­cil no ser injusto con lo que uno ama.
Siempre me gusta la Ćŗltima persona que me presentan; pero siempre, tan pronto como conozco a la gente, me canso de ella.
Nuestros maridos olvidarƭan nuestra existencia, si de cuando en cuando no los mortificƔsemos para recordarles que tenemos un derecho perfectamente legal para hacerlo.
Las esposas tienen las mejores cartas, pero invariablemente pierden la baza mƔs importante.
Esas malas mujeres nos quitan a nuestros maridos, pero ellos siempre vuelven, ligeramente estropeados desde luego, pero vuelven.
NingĆŗn hombre es lo bastante bueno para la mujer con quien se casa. Nuestros maridos nunca nos aprecian; tenemos que recurrir a otros hombres para eso.
Si uno ama realmente a una mujer, todas las otras mujeres del mundo carecen de significado para Ć©l.
Estaba muy enamorado de ella, a pesar de su misterio, como pensƩ entonces, o a consecuencia de Ʃl, como veo ahora. No era precisamente la mujer lo que yo amaba. El misterio me turbaba y me enloquecƭa.
El romanticismo es un privilegio de la gente rica, no una profesiĆ³n para los que no tienen empleo. El pobre tiene que ser prĆ”ctico y prosaico.
-He venido a la ciudad expresamente para declararme.
-CreĆ­ que habĆ­as venido en busca de placer. Yo a esto lo llamo negocios. Estar enamorado es muy romĆ”ntico. Pero no hay nada romĆ”ntico en una declaraciĆ³n definitiva. Hasta le pueden decir a uno que sĆ­. Y creo que la mayorĆ­a de las veces ocurre de esa forma. Entonces termina la pasiĆ³n. La verdadera esencia del romanticismo es la incertidumbre. Si alguna vez me caso, procurarĆ© olvidar el hecho.
Un hombre que desea casarse debe saber todo o no saber nada.
La solterĆ­a persistente convierte al hombre en una tentaciĆ³n pĆŗblica permanente.
No estoy a favor de las relaciones largas. Dan oportunidad a los novios de llegar a conocer sus caracteres, lo cual nunca es prudente.
Es un partido extremadamente aceptable. No tiene nada, pero aparenta que tiene mucho.
He notado lo despreocupadamente alegre que es el marido en cuyo hogar se sienta una esposa fea.
El amor es simplemente una desordenada pasiĆ³n con un bello nombre.
El amor es el sacramento de la vida; produce virtudes donde la virtud no existe y limpia a los hombres de todas las viles profanaciones de este mundo.
El amor de las mujeres torna a los hombres en Ɣngeles. El amor de los hombres torna a las mujeres en mƔrtires.
Todos tenemos los pies de barro, tanto los hombres como las mujeres, pero cuando los hombres amamos a las mujeres, las amamos conociendo sus debilidades, sus locuras, sus imperfecciones; las amamos mĆ”s por esta razĆ³n. No es el ser perfecto, sino el imperfecto el que necesita amor.
El sentido moral de las mujeres es lo que hace el matrimonio tan difĆ­cil.
Los romances nunca deberĆ­an empezar con el sentimiento. DeberĆ­an empezar con la ciencia y terminar con una buena dote.
Una esposa muy sensata me reducirĆ­a a una condiciĆ³n de absoluta idiotez en menos de seis meses.
El amor puede transformar las cosas mƔs insignificantes en signos de dulces recuerdos.
-Las mujeres han llegado a ser muy inteligentes y ocurrentes. Nada estropea tanto un romance como el sentido del humor de la mujer.
-O su carencia en el hombre. -Tiene razĆ³n. En un templo todos deben estar serios, excepto el objeto que es adorado.
-¿Y ese deberĆ­a ser el hombre? -Las mujeres se arrodillan graciosamente; los hombres, no.
Los hombres son horriblemente aburridos cuando son buenos maridos y terriblemente engreĆ­dos cuando no lo son.
Uno siempre estĆ” enamorado; esa es la razĆ³n por la que nunca debe casarse. Ni los arroyos ni los grandes mares pueden apagar mi pasiĆ³n. Yo era una princesa y tĆŗ me repudiaste. Yo era virgen y tĆŗ me despojaste de mi virginidad. Yo era casta y tĆŗ llenaste de fuego mis venas. ¿Por quĆ© no me miraste? Si lo hubieras hecho, me habrĆ­as amado, y el misterio del amor es mucho mĆ”s grande que el misterio de la muerte.
Mi marido no es callado. Habla continuamente. Pero no tiene conversaciĆ³n. No sĆ© de quĆ© habla. Hace aƱos que no lo escucho.
El hombre ideal serƭa el que nos hablase como si fuƩramos diosas y nos tratase como si fuƩramos niƱas. Nos negarƭa todas nuestras peticiones serias y satisfarƭa nuestros caprichos. Siempre dirƭa mucho mƔs
de lo que en realidad quisiese decir y querrĆ­a decir mucho mĆ”s de lo que dijese. Los hombres siempre quieren ser el primer amor de una mujer. Halaga su vanidad. Las mujeres tenemos un instinto mĆ”s sutil de las cosas. Nos gusta ser el Ćŗltimo amor de un hombre.
La felicidad de un hombre casado depende de las mujeres con las que no se ha casado.
No me interesa la temporada londinense. Es demasiado matrimonial. La gente se dedica a cazar maridos o a esconderse de ellos.
El matrimonio es algo tan nocivo corno los cigarrillos y mucho mĆ”s caro. La base esencial del matrimonio es la incomprensiĆ³n mutua.
-El libro de la vida empieza con un hombre y una mujer en un jardĆ­n.
-Y acaba con el apocalipsis. Cuando una mujer se vuelve a casar es porque detestaba a su primer marido. Cuando un hombre se casa otra vez es porque adoraba a su primera mujer. Las mujeres prueban su suerte; los hombres arriesgan la suya.
El amor a uno mismo es el principio de un largo romance.
La Vida como EspectƔculo
Convertirse en el espectador de nuestra propia vida, es escapar a sus sufrimientos.
El destino no nos envĆ­a heraldos. Es demasiado sabio o demasiado cruel. En este mundo, hay sĆ³lo dos clases de tragedias. Una es no obtener lo que se desea y la otra, obtenerlo. La Ćŗltima es mucho peor.
La humanidad se toma a sĆ­ misma demasiado en serio. Es el pecado original del mundo. Si el hombre de las cavernas hubiera sabido reĆ­r, la historia habrĆ­a sido diferente.
Yo nunca apruebo ni desapruebo nada. Es una actitud absurda para la vida. No hemos sido enviados al mundo, para airear nuestros prejuicios morales.
Uno de los grandes secretos de la vida es curar el alma por medio de los sentidos y los sentidos por medio del alma.
El secreto es la Ćŗnica cosa que puede hacer misteriosa y maravillosa la vida moderna. La cosa mĆ”s vulgar es deliciosa si uno la esconde.
¡QuĆ© deliciosas son las emociones de la gente! Mucho mĆ”s deliciosas que sus ideas. Nuestra alma y las pasiones de nuestros amigos son las cosas mĆ”s fascinantes de la vida.
El fin de la vida es el propio desenvolvimiento. Estamos aquĆ­ para realizar nuestra naturaleza, perfectamente.
Si los hombres se dispusieran a vivir su vida plena y completamente, dando forma a todos los sentimientos, expresiĆ³n a los pensamientos y realidad a los sueƱos, el mundo ganarĆ­a un gran impulso de alegrĆ­a que nos harĆ­a retornar hacia el ideal helĆ©nico.
La gente ordinaria espera que la vida le descubra sus secretos, pero a muy pocos, a los elegidos, les son revelados los misterios de la vida antes de que caiga el velo. Algunas veces es por efecto del arte, principalmente el literario, el cual se conecta de forma inmediata con las pasiones y la inteligencia. Pero, de cuando en cuando, una personalidad compleja asume el oficio del arte y es, a su manera, una verdadera obra de arte.
Sucede muchas veces que las tragedias reales de la vida ocurren de una manera poco artĆ­stica, entonces nos hieren por su cruda violencia y su entera falta de estilo.
Si no se habla de una cosa, es como si nunca hubiera ocurrido. La simple expresiĆ³n es la que da realidad a las cosas.
La vida es la primera, la mĆ”s grande de las artes, junto a la cual las demĆ”s parecen ser sĆ³lo una preparaciĆ³n.
La mayorĆ­a de las especulaciones metafĆ­sicas tiene muy poco que ver con los hechos de la vida real.
Una vida sana y campestre. Se levantan temprano, porque tienen mucho que hacer y se acuestan temprano, porque tienen poco en que pensar.
La muerte y la vulgaridad son las dos Ćŗnicas cosas que no tienen explicaciĆ³n en el siglo diecinueve.
Ser absolutamente libre y, al mismo tiempo, estar enteramente sometida a la ley es la eterna paradoja de la vida humana.
Las grandes cosas de la vida son lo que parecen ser y, por esta razĆ³n, con frecuencia son difĆ­ciles de interpretar. En cambio, las cosas pequeƱas son sĆ­mbolos y, generalmente, nos dan nuestras lecciones mĆ”s crueles.
Apesadumbrarse por las experiencias que se han conocido es detener la propia evoluciĆ³n. Negarlas es poner una mentira en los labios de la propia vida.
Los individuos mecanizados, para quienes la vida es una hĆ”bil especulaciĆ³n que
depende de un cuidadoso cĆ”lculo de los medios y de los mĆ©todos, saben siempre a dĆ³nde van y llegan a donde se proponen. Ese es su castigo. Los que desean una mĆ”scara tienen que llevarla. Pero es diferente con las fuerzas dinĆ”micas de la vida y con aquellos en quienes se encarnan estas fuerzas. Las personas cuyo deseo consiste Ćŗnicamente en la autorrealizaciĆ³n, no saben nunca a dĆ³nde van.
Los actores pueden elegir entre trabajar en una tragedia o en una comedia, entre sufrir o divertirse, entre reĆ­r o llorar. Pero en la vida real es diferente. La mayorĆ­a de los hombres y de las mujeres se ven obligados a representar papeles que no les gustan. El mundo es un escenario, pero la obra no tiene los papeles bien distribuidos.
Vivir es la cosa mƔs rara del mundo. La mayorƭa de la gente existe, eso es todo.
La vida imita al arte mucho mƔs que el arte a la vida.
La humanidad ha podido hallar siempre su camino, porque jamĆ”s ha sabido a dĆ³nde iba.
Si viviĆ©ramos lo suficiente para ver el resultado de nuestras acciones, resultarĆ­a tal vez que aquellos que se llaman buenos se vieran afligidos por un pesado remordimiento y los llamados malvados gozarĆ­an de una noble alegrĆ­a. Cada cosita que hacemos pasa a la gran mĆ”quina de la vida, que puede moler nuestras virtudes en polvo inĆŗtil o transformar nuestros pecados en elementos de una nueva civilizaciĆ³n mĆ”s maravillosa y esplĆ©ndida.
El medio seguro de no saber nada acerca de la vida es tratar de hacerse Ćŗtil.
Hoy en dĆ­a, la gente ve la vida como una forma de especulaciĆ³n.
La vida es demasiado compleja para ser regida por unas reglas tan duras y fijas.
Las desgracias, si vienen de afuera, pueden soportarse, pues son accidentes. Pero sufrir las propias faltas es un martirio.
El mundo es el mismo para todos nosotros; el bien y el mal, el pecado y la inocencia van por el mundo tomados de la mano. Cerrar los ojos a esa mitad oscura de la vida que se puede vivir tranquilamente es como cegarse para poder andar con mƔs seguridad en un terreno de abismos y precipicios.
Los que nos parecen trances amargos, muchas veces son alegrĆ­as disfrazadas.
El mundo es un cementerio y todos nosotros, como un ataĆŗd, llevamos dentro un esqueleto.
En la vida moderna nada produce tanto efecto como una buena tonterĆ­a. Tener secretos de las esposas de otros es un lujo necesario en la vida moderna.
Todo es peligroso. Si no fuera asĆ­, la vida no merecerĆ­a la pena de ser vivida. Si hubiera menos simpatĆ­a en el mundo, tendrĆ­amos menos complicaciones.
La vida es una cosa demasiado importante, como para hablar seriamente de ella.
El mundo ha sido hecho por los tontos, para que los sabios vivan en Ć©l.
El mundo se rĆ­e siempre de sus tragedias, porque es la Ćŗnica forma en que es capaz de soportarlas. Y, como consecuencia, lo que el mundo ha tratado seriamente pertenece al lado cĆ³mico de las cosas.
El secreto de la vida estĆ” en no tener jamĆ”s una emociĆ³n que no nos siente bien.
La vida no tiene ningĆŗn secreto. La meta de la vida, si es que existe, es simplemente estar siempre buscando tentaciones.
El primer deber en la vida es ser tan artificial como sea posible. El segundo deber aĆŗn no se ha descubierto.
El egoƭsmo no consiste en vivir como uno quiere vivir, sino en pedirles a los demƔs que vivan como uno quiere.
La vida es demasiado corta como para echarse a la espalda los errores de los demĆ”s. Cada uno vive su propia vida y paga el precio. Lo lamentable es tener que pagar tan seguido por una sola falta. Sin embargo, es necesario pagar una y otra vez. El destino nunca cierra sus cuentas en relaciĆ³n con el hombre.
Cuando un hombre dice que ha agotado su vida, ya se sabe que es la vida la que lo ha agotado a Ć©l.
La Ćŗnica cosa que lo sostiene a uno en la vida es el darse cuenta de la inmensa inferioridad de los demĆ”s.
Los Placeres
Hay venenos tan sutiles que, para conocer sus propiedades, es necesario que los probemos.
Toda influencia es inmoral. Porque influir en alguien es darle nuestra propia alma. Hace que no piense con su verdadera mente y que no sienta sus pasiones naturales. Sus virtudes no son reales para Ć©l. Sus pecados, si existen, son algo prestado. Se convierte en el eco de una mĆŗsica extraƱa, en actor de una obra que no ha sido escrita para Ć©l.
Me gustan mƔs las personas que sus principios y, mƔs que nada, prefiero a las personas sin principios.
Todos los impulsos que queremos desechar toman fuerza en nuestra mente y la envenenan. El cuerpo peca una vez y se libra de ese pecado, porque la acciĆ³n es un modo de purificaciĆ³n. No queda en nosotros mĆ”s que el recuerdo del placer o la lujuria del arrepentimiento.
La Ćŗnica forma de vencer una tentaciĆ³n es dejarse arrastrar por ella. Alguien dijo que los grandes acontecimientos del mundo tienen lugar en el cerebro. Y es en el cerebro, solamente en Ć©l, donde tambiĆ©n tienen lugar los grandes pecados.
La alegrƭa de los veinte aƱos desaparecerƔ. Nuestros miembros se cansarƔn y se atrofiarƔn nuestros sentidos. Nos convertiremos en horribles muƱecos, atrapados por el recuerdo de pasiones que nos asustaron y de exquisitas tentaciones a las que no tuvimos el coraje de ceder.
Adoro los pequeƱos placeres. Son el Ćŗltimo refugio de lo complejo.
El pecado es el Ćŗnico elemento de color real en la vida moderna.
DetrƔs de todo lo exquisito hay siempre alguna tragedia.
Hoy, la mayorĆ­a de la gente muere de un exceso de sentido comĆŗn y descubre, demasiado tarde, que lo Ćŗnico que uno nunca deplora son sus propios errores.
Todo lo que realmente estĆ” demostrado es que nuestro futuro podrĆ” ser lo mismo que nuestro pasado y que el pecado que cometemos una vez con asco lo cometemos despuĆ©s muchas veces con alegrĆ­a. SĆ³lo la gente superficial necesita aƱos para liberarse de una emociĆ³n. Un hombre que sea dueƱo de sĆ­ mismo puede poner fin a un dolor tan fĆ”cilmente como puede inventar un placer. Son las pasiones sobre cuyo origen nos engaƱamos a nosotros mismos las que luego nos tiranizan con mayor fuerza. Nuestras pasiones mĆ”s dĆ©biles son aquellas cuya naturaleza conocemos. Ninguna vida se echa a perder, salvo aquella cuyo crecimiento se detiene. Si quieres arruinar un carĆ”cter, no tienes mĆ”s que reformarlo.
El placer es la Ćŗnica cosa de la que merece tenerse una teorĆ­a.
Cuando somos felices, siempre somos buenos; pero cuando somos buenos, no siempre somos felices.
Hay cierta lujuria en hacerse reproches a uno mismo. Cuando nos acusamos, sentimos que nadie mĆ”s tiene derecho a acusarnos. Es la confesiĆ³n, no el sacerdote, la que nos da la absoluciĆ³n.
En casi toda alegrƭa y, ciertamente, en todo placer, la crueldad tiene un lugar. Los hombres han sentido un natural instinto de terror ante las pasiones y las sensaciones que parecen ser mƔs fuertes que ellos.
Hasta la remembranza de la alegrĆ­a tiene sus amarguras y el recuerdo de los placeres, su dolor.
Los modales son mƔs importantes que la moral.
Hay pecados que nos fascinan mƔs por su recuerdo que por el hecho de cometerlos.
Cada uno de nosotros tiene un cielo y un infierno dentro.
Para Ʃl, el hombre era un ser con muchas vidas y muchas sensaciones, una criatura compleja y multiforme que llevaba en sƭ misma extraƱas herencias de pensamientos y de pasiones y cuya carne estaba infectada por las monstruosas enfermedades de la muerte.
La moderaciĆ³n es una cosa fatal. Decir suficiente es tan malo como una comida. Pero decir mĆ”s que bastante es tan bueno como un banquete.
si se   hace a menudo. Todo se convierte en placer, si se   hace a menudo.
Los conversos y los predicadores hablan contra los pecados que ellos estƔn cansados de cometer.
Los libros que el mundo llama inmorales son los que muestran su propia vergĆ¼enza.
Es la imaginaciĆ³n la que pone al remordimiento tras la pista del pecado. Lo Ćŗnico horrible que hay en el mundo es el aburrimiento. Es el Ćŗnico pecado para el que no existe perdĆ³n.
El vicio supremo es la superficialidad.
La Ćŗnica diferencia entre los santos y los pecadores es que el santo tiene un pasado y el pecador un futuro.
Todo pensamiento es inmoral. Su esencia es la destrucciĆ³n. Si piensa usted algo, lo mata. Nada sobrevive despuĆ©s de pensar en ello.
Toda influencia es mala, pero la buena influencia es la peor del mundo. Lo que se conoce por pecado es un elemento esencial del progreso.
La gente grita en contra del pecador; sin embargo, no es el pecador, sino el estĆŗpido el que representa nuestra vergĆ¼enza. No hay mĆ”s pecado que la estupidez.
El poder sobre los demĆ”s hombres, el poder sobre el mundo, era la Ćŗnica cosa de valor, el Ćŗnico placer supremo que merecĆ­a la pena conocer.
¿Crees que es la debilidad lo que hace caer en la tentaciĆ³n? Hay tentaciones que requieren fuerza, fuerza y valor.
El terror es como una mano de hielo que oprime el corazĆ³n. Es como si el corazĆ³n latiese para morir en un horrible vacĆ­o.
La moralidad es simplemente la actitud que adoptamos con la gente cuyo carƔcter nos disgusta.
Nuestra alma y las pasiones de nuestros amigos son las cosas mƔs fascinantes de la vida.
menos a la tentaciĆ³n.
Puedo resistir a todo menos a la tentaciĆ³n.
Lo que consuela hoy en dĆ­a no es el arrepentimiento, sino el placer.
Los sentidos, como el fuego, pueden purificar o destruir.
Los placeres sencillos son el Ćŗltimo refugio de lo complejo.
Dominar estas sensaciones es exquisito, ser dominado por ellas es aĆŗn mĆ”s exquisito. A veces pienso que la vida del artista es un lento y amable suicidio.
La maldad es un mito inventado por la gente buena para nombrar de alguna forma a la curiosa fuerza atractiva de otros.
Ser bueno es estar en armonƭa con uno mismo. Lo contrario es verse forzado a estar en armonƭa con los demƔs.
Los pecados bellos, como todas las cosas bellas, son el privilegio de los ricos.
NingĆŗn hombre civilizad rechaza nunca un placer, y los incivilizados nunca llegan a saber lo que es el placer.
Un cigarrillo es algo perfecto para un placer perfecto. Es exquisito y lo deja a uno insatisfecho.
La realizaciĆ³n de sĆ­ mismo es la principal aspiraciĆ³n de la vida y realizarse a travĆ©s del placer es mĆ”s hermoso que hacerlo a travĆ©s del dolor.
El artista es el creador de cosas bellas. Revelar el arte y ocultar al artista es la finalidad del arte.
No hay libros morales ni libros inmorales. Los libros estƔn bien o mal escritos. Eso es todo.
La vida moral del hombre forma parte de los temas que trata el artista, pero la moralidad del arte consiste en el uso perfecto de un medio imperfecto.
NingĆŗn artista desea probar nada. Todas las cosas ciertas se pueden probar. NingĆŗn artista tiene simpatĆ­as Ć©ticas. Una simpatĆ­a Ć©tica en un artista es un imperdonable amaneramiento de estilo.
NingĆŗn artista es morboso. El artista puede expresarlo todo.
El pensamiento y la palabra son para el artista los instrumentos del arte. El vicio y la virtud son para el artista los materiales del arte.
Todo arte es a la vez superficie y sĆ­mbolo. Los que buscan bajo la superficie lo hacen a su propio riesgo. Los que intentan descifrar sĆ³lo el sĆ­mbolo tambiĆ©n lo hacen a su propio riesgo. Es al espectador y no a la vida a quien realmente refleja el arte.
Podemos perdonar al hombre que hace una cosa Ćŗtil, mientras no la admire. La Ćŗnica excusa para hacer una cosa inĆŗtil es admirarla intensamente. Todo arte es completamente inĆŗtil.
Todo retrato que se pinta con sentimiento es un retrato del artista, no del modelo. Sobre el lienzo coloreado es el pintor quien se revela a sĆ­ mismo.
Los poetas saben lo Ćŗtil que es la pasiĆ³n para publicar muchas cosas. Hoy en dĆ­a, un corazĆ³n roto puede alcanzar muchas ediciones.
Vivimos en una Ć©poca en la que los hombres creen que el arte debe ser una forma de autobiografĆ­a. Hemos perdido el sentido abstracto de la belleza.
No se puede escapar de las palabras. Parecen capaces de dar una forma plĆ”stica a las cosas informes y parecen tener una mĆŗsica propia tan dulce como la del violĆ­n o la del laĆŗd.
El autƩntico refinamiento y la perfecta delicadeza en arte provienen de la fuerza.
Un gran poeta, un verdadero gran poeta, es la criatura menos poĆ©tica de la creaciĆ³n. Pero los poetas mediocres son absolutamente fascinantes. El solo hecho de haber publicado un libro de sonetos de segundo orden convierte a un hombre en irresistible. Vive la poesĆ­a que no puede escribir. Los otros escriben la poesĆ­a que no se atreven a vivir.
En el artista, la debilidad es un crimen, cuando se trata de una debilidad que paraliza la imaginaciĆ³n.
La vida artĆ­stica es simplemente el desarrollo de uno mismo. La humildad en el artista consiste en la franca aceptaciĆ³n de todas las experiencias, lo mismo que el amor en el artista es el sentido de la belleza que revela al mundo su cuerpo y su alma.
La verdad en el arte es por lo cual lo exterior expresa lo interior, el alma se hace carne y el cuerpo se impregna de espĆ­ritu.
En el arte, las buenas intenciones no tienen el menor valor. Todo mal arte es el resultado de las mejores intenciones.
Todo lo que en un principio nace en emociĆ³n es lo Ćŗltimo que halla su forma.
Una obra de arte es el resultado Ćŗnico de un temperamento Ćŗnico. Su belleza proviene del hecho de que su autor es lo [que es. Y no importa nada el hecho de que los demĆ”s quieran esto o aquello. Realmente desde el momento en que el artista se da cuenta de quĆ© quieren los demĆ”s y trata de satisfacer su demanda, cesa de ser un artista y se convierte en un artesano aburrido o entretenido, en un comerciante honrado o deshonesto.
Lo que caracteriza a una buena artesanĆ­a no es que la pieza haya sido elaborada con exactitud o finura -una mĆ”quina puede hacerla igual de bien-, sino que haya sido proyectada con la cabeza y el corazĆ³n del artesano.
El hecho es que el pĆŗblico hace uso de los clĆ”sicos de un paĆ­s como medio de verificar los progresos del arte. Degrada a los clĆ”sicos al papel de autoridades.
Los antiguos historiadores nos brindaban deliciosas ficciones en forma de hechos; los novelistas modernos nos presentan hechos aburridos bajo la forma de la ficciĆ³n.
El arte toma a la vida como parte de sus toscos materiales, la crea de nuevo y la vuelve a modelar en formas nuevas; es absolutamente indiferente a los hechos; inventa, imagina, sueƱa y coloca entre Ʃl y la realidad la barrera impenetrable de la belleza del estilo.
El arte encuentra su propia perfecciĆ³n dentro de sĆ­ mismo y no fuera de Ć©l. No puede ser juzgado por ningĆŗn modelo exterior de observaciĆ³n. Es un velo mĆ”s que un espejo.
Un gran artista inventa un tipo y la vida trata de copiarlo, de reproducirlo bajo una forma popular, como un editor emprendedor.
Cuanto mĆ”s abstracto y mĆ”s ideal es un arte, mejor nos revela el carĆ”cter de su Ć©poca. Si queremos comprender una naciĆ³n por su arte, estudiemos su arquitectura o su mĆŗsica.
NingĆŗn gran artista ve las cosas como son en realidad.
Como regla general, me disgustan las memorias modernas. Generalmente estĆ”n escritas por gente que, o bien ha perdido la memoria por completo, o bien no ha hecho nada que valga la pena recordar, por lo cual, sin lugar a dudas, constituye la autĆ©ntica explicaciĆ³n de su popularidad, puesto que el pĆŗblico inglĆ©s se siente perfectamente a gusto cuando le estĆ” hablando una mediocridad.
El pĆŗblico es maravillosamente tolerante. Perdona todo, excepto el genio. En estos tiempos, todos los grandes hombres tienen sus discĆ­pulos y siempre es judas el que escribe su biografĆ­a. El significado de cualquier cosa bella creada estĆ” tanto en el alma del que la mira como en el alma del que la creĆ³. Cada arte tiene su gramĆ”tica y sus materiales. No hay ningĆŗn misterio acerca de ellos y los incompetentes pueden ser siempre correctos. Pero mientras que las leyes sobre las que descansa el arte son fijas y ciertas, para encontrar su verdadera realizaciĆ³n deben ser tocadas por la imaginaciĆ³n a un grado de belleza tal que cada una de ellas parezca excepcional. La tĆ©cnica es realmente la personalidad. Esa es la razĆ³n por la que el artista no puede enseƱarla, por la que el alumno no puede aprenderla y por la que el crĆ­tico no puede entenderla.
El vestido griego era, en esencia, poco artĆ­stico. Nada, sino el cuerpo, revela al cuerpo.
SĆ³lo los grandes maestros del estilo tienen Ć©xito cuando son oscuros.
Es como la mayorĆ­a de los artistas, con mucho estilo y ninguna sinceridad.
Todo arte es inmoral.
La poesĆ­a de un hombre puede ser veneno para otro.
El placer que se siente en crear una obra de arte es un placer puramente personal y es por esa causa que uno crea. El artista escribe con miras a ese objetivo. Nada mƔs interesa. Lo que la gente dirƔ despuƩs ni siquiera se le ocurre pensarlo. EstƔ fascinado por lo que tiene entre manos.
Las Ćŗnicas personas a las que debe tratar un pintor son las bellas y las tontas, personas cuya contemplaciĆ³n causa placer y cuya conversaciĆ³n proporciona alivio intelectual.
SacrifĆ­quese por su arte y serĆ” recompensado; pero pĆ­dale al arte que se sacrifique por usted y verĆ” quĆ© amarga desilusiĆ³n puede llevarse.
Una de las grandes preocupaciones del artista joven es que siempre se expurgan pequeƱeces de sus artƭculos, precisamente las pequeƱeces que para Ʃl son lo mejor logrado.
Era necesario para el dramĆ”tico desarrollo del relato, rodear a Dorian Gray de una atmĆ³sfera de corrupciĆ³n moral. De otra manera no hubiera tenido ningĆŗn significado y la trama ningĆŗn fin. Conservar esta atmĆ³sfera vaga, indeterminada y maravillosa era la aspiraciĆ³n que tenĆ­a el artista que escribiĆ³ el relato. Declaro, seƱor, que ha triunfado. Cada hombre ve su propio pecado en Dorian Gray. CuĆ”l es el pecado de Dorian Gray nadie lo sabe. El que lo descubre lo lleva en sĆ­.
MiscelƔnea
El crĆ­tico es el hombre que puede interpretar de un modo distinto su impresiĆ³n de las cosas bellas.
Tanto la mƔs elevada, como la mƔs baja forma de crƭtica son una forma de autobiografƭa.
Los que encuentran en las cosas bellas feas intenciones estƔn corrompidos sin ser encantadores. He ahƭ un defecto. Los que encuentran bellas intenciones en las cosas bellas tienen una personalidad cultivada. Para ellos hay esperanza.
La diversidad de opiniones acerca de un trabajo artĆ­stico nos demuestra que el trabajo es nuevo, completo y vital.
Cuando los crĆ­ticos no tienen la misma opiniĆ³n que el artista, es que este estĆ” de acuerdo consigo mismo.
¿Por quĆ© el artista debe estar fastidiado por el agudo clamor de la crĆ­tica? ¿Por quĆ© esos que no pueden crear se autorizan a estimar el valor del trabajo de creaciĆ³n? ¿QuĆ© pueden saber acerca de Ć©l? Si el trabajo de un hombre es fĆ”cil de comprender, una explicaciĆ³n es innecesaria y si un trabajo es incomprensible, una explicaciĆ³n es perjudicial.
Los pobres crƭticos estƔn aparentemente reducidos a ser los reporteros de la policƭa de la literatura, los cronistas de los hechos de los criminales habituales del arte.
Es precisamente porque un hombre no puede crear una cosa, por la que puede hacer un buen juicio de ella.
Ninguna obra de arte sugiere puntos de vista. Los puntos de vista pertenecen a gente que no es artista.
En arte, las interpretaciones de los filisteos son incalculablemente estĆŗpidas y las interpretaciones de los ignorantes son inexplicables.
La sociedad perdona a menudo al criminal, pero no perdona al soƱador.
Lo peor que hay en el mundo, aparte de que hablen de uno, es que no hablen de uno.
Si un hombre es un caballero, sabe lo necesario y si no es un caballero, lo que sepa serĆ” perjudicial para Ć©l.
La sociedad, la sociedad civilizada por lo menos, no estĆ” nunca dispuesta a creer nada en detrimento de los que son a la vez ricos y fascinantes.
Con frac y corbata blanca, hasta el mĆ”s ordinario puede ganarse una reputaciĆ³n de ser civilizado.
Algernon no es un mal nombre. En realidad, es un nombre aristocrƔtico. La mitad de los que son conducidos ante el tribunal de quiebras se llaman Algernon.
El hombre culto, bien informado, es `el ideal moderno. Pero la mente de este hombre culto es una cosa horrible. Es como un "bric-Ɣ-brac" monstruoso y polvoriento, donde todos los objetos estƔn tasados por encima de su verdadero valor.
Si hubiese ido a casa de su tƭa, habrƭa oƭdo pregonar a cada uno la importancia de las virtudes que, naturalmente, ellos no necesitaban practicar. El rico habrƭa hablado del valor del ahorro y el holgazƔn habrƭa disertado elocuentemente sobre la dignidad del trabajo.
El terror de la sociedad, que es la base de la moral, y el terror de Dios, que es el secreto de la religiĆ³n son las dos cosas que nos gobiernan.
Se dedicĆ³ al serio estudio del mĆ”s aristocrĆ”tico arte: no hacer absolutamente nada. La gente elegante nunca se levanta antes de las dos y no estĆ” visible hasta las cinco.
Los filƔntropos pierden todo sentido de humanidad. Es su principal caracterƭstica. La puntualidad es una pƩrdida de tiempo.
La sociedad, la sociedad civilizada por lo menos, no estĆ” nunca dispuesta a creer nada en detrimento de los que son a la vez ricos y fascinantes.
Para mĆ­, la mĆŗsica de Wagner es la mejor de todas. Es tan ruidosa, que uno puede hablar todo el tiempo sin que los demĆ”s oigan lo que dice. Eso es una gran ventaja.
Una "grande passion" es el privilegio de la gente que no tiene nada que hacer. Es la Ćŗnica ocupaciĆ³n de las clases ociosas de un paĆ­s.
Vivimos en una Ć©poca que lee demasiado para ser sabia y que piensa demasiado para ser bella. La mĆ”s alta respetabilidad tiene mucho menos valor que la posesiĆ³n de un buen "cheef".
Es un consuelo muy pobre decir que un hombre que ha dado una mala comida o un vino mediocre, es irreprochable en su vida privada.
Las reglas de la buena sociedad son, o deberĆ­an ser, las mismas del arte. La forma es absolutamente esencial.
Deberƭan tener la dignidad de una ceremonia, asƭ como su irrealidad, y deberƭan combinar el carƔcter insincero de una obra romƔntica con el ingenio y la belleza que hace que tales obras nos deleiten.
La clase media hace ostentaciĆ³n de sus prejuicios morales y murmura de las clases altas, para intentar aparentar que estĆ” en relaciĆ³n con el gran mundo. En este paĆ­s es suficiente que un hombre tenga distinciĆ³n y talento, para que las malas lenguas cuchicheen de Ć©l.
Todos podemos ser buenos en el campo. AllĆ­ no hay tentaciones. Esa es la razĆ³n de que la gente que vive fuera de la ciudad estĆ© absolutamente incivilizada.
Solamente hay dos maneras de lograr la civilizaciĆ³n. Una, ser culto; la otra, estar corrompido.
Llamamos utilitaria a nuestra Ć©poca y apenas conocemos la utilidad de nada. Hemos olvidado que el agua puede limpiar y el fuego purificar y que la tierra es nuestra madre.
El confort es la Ćŗnica cosa que puede darnos nuestra civilizaciĆ³n.
En el trabajo manual no hay nada realmente dignificador y es absolutamente degradante en gran parte. Mental y moralmente, el hombre siente malestar al hacer algo que no le produce placer, y hay muchas formas de trabajo que carecen de atractivos y deben ser miradas como tales.
Tenemos muchas cosas comunes con AmƩrica, excepto desde luego, el idioma.
Las discusiones son muy vulgares, porque en la buena sociedad todos tienen exactamente las mismas opiniones.
Los pobres comprenden que la caridad es un modo ridĆ­culamente inadecuado de restituciĆ³n parcial o una limosna sentimental generalmente acompaƱada de un intento indiscreto por parte del sentimental que gobierna sus vidas privadas.
Uno se siente absolutamente indignado no por los crƭmenes que han cometido los malos, sino por los castigos que les han infligido los buenos y una sociedad es mƔs maltratada por el empleo habitual del castigo que por los crƭmenes que ocurren ocasionalmente.
La miseria y no el pecado es el padre del crimen moderno.
El progreso es la realizaciĆ³n de las utopĆ­as.
Los seƱores temporales no dicen nada. Los seƱores espirituales no tienen nada que decir. La CƔmara de los Comunes no tiene nada que decir y lo dice.
En la vida polĆ­tica, tarde o temprano, uno tiene un compromiso.
Lo que interesa de la gente en la alta sociedad es la mƔscara que lleva cada una de ellas, no la realidad que se esconde detrƔs de la mƔscara.
Antiguamente, acostumbrƔbamos canonizar a nuestros hƩroes. El mƩtodo moderno es vulgarizarlos. La ediciones baratas de las grandes obras pueden ser deliciosas, pero las ediciones baratas de los grandes hombres son absolutamente detestables.
La imaginaciĆ³n es simplemente la experiencia de la raza, concentrada. Los pobres son muy Ćŗtiles en esta Ć©poca socialista.
Si las clases bajas no dan buen ejemplo, ¿para quĆ© demonios sirven? Como clase social, parece que no tienen ningĆŗn sentido de la responsabilidad moral.
El chismorreo es encantador. La historia es simplemente un chismorreo. Pero los escƔndalos son chismorreos que la moralidad hace aburridos.
Es absurdo tener una regla rigurosa e invariable sobre lo que debe o no debe leerse. MƔs de la mitad de la cultura moderna depende de lo que no debe leerse.
Nada enfada tanto a la gente como no recibir invitaciones.
No apruebo, de ningĆŗn modo, la simpatĆ­a que actualmente se tiene a los enfermos crĆ³nicos. Lo considero morboso. La enfermedad, sea cual fuere, no es cosa que deba ser alentada.
Si se toca buena mĆŗsica, la gente no escucha y, si uno toca mala mĆŗsica, la gente no habla.
Siempre que la gente habla del tiempo, parece que quiere decir otra cosa. Afortunadamente, al menos en Inglaterra, la educaciĆ³n no produce el menor efecto. De lo contrario, serĆ­a un serio peligro para las clases altas.
El doctor Chasuble es un hombre muy culto. Nunca ha escrito un solo libro, asƭ que puede imaginarse todo lo que sabe. Hay distintas posibilidades en su perfil. Los dos puntos flacos de nuestra Ʃpoca son su carencia de principios y su carencia de perfil. La barbilla un poco mƔs alta, querida. El estilo depende de la forma en que se lleve la barbilla. Ahora se lleva muy alta.
Debe de ser muy respetable. Nunca se ha oĆ­do su nombre, lo cual dice mucho a favor de una persona, hoy en dĆ­a.
La filantropƭa es simplemente el refugio de la gente que desea molestar a los demƔs.
No sĆ© cĆ³mo puedes aguantar la sociedad londinense. Es algo como para echĆ”rselo a los perros. Un montĆ³n de endemoniadas nulidades que hablan de naderĆ­as.
Intentamos resolver el problema de la esclavitud divirtiendo a los esclavos. Los escƔndalos daban encanto a un hombre o al menos lo hacƭan interesante. Ahora lo aplastan.
La informaciĆ³n privada es prĆ”cticamente el origen de todas las grandes fortunas actuales y el resultado es invariablemente un escĆ”ndalo pĆŗblico.
TenĆ­a la doble desgracia de haber nacido noble y pobre, dos cosas imperdonables.
En la aristocracia siempre hay mĆ”s desvergĆ¼enza que inteligencia.
Los miembros de la CĆ”mara de los Lores nunca estamos en contacto con la opiniĆ³n pĆŗblica. Eso nos hace ser mĆ”s civilizados.
Es una persona notable, tiene uno de los mejores cocineros de Londres.
El descontento es el primer paso en el progreso de un hombre o de una naciĆ³n. Estar en la sociedad es un aburrimiento, pero estar fuera de ella es una tragedia.
Las Ʃpocas viven en la historia a travƩs de sus anacronismos.
Se puede sobrevivir a todo hoy en dĆ­a, excepto a la muerte y soportarlo todo, excepto la buena reputaciĆ³n.
La sociedad de Londres ha mejorado inmensamente. Ahora estƔ compuesta enteramente de bellos idiotas y ocurrentes lunƔticos. Exactamente como debe ser una sociedad.
Hoy, para introducirse en sociedad, hay que dar de comer a la gente, divertirla u ofenderla... Eso es todo.
Debe aprender a hacerse mejor el nudo de la corbata. El sentimentalismo estĆ” bien para el ojal. Pero lo esencial para el nudo de la corbata es el estilo. Un buen nudo de corbata es el primer paso serio en la vida.
Hable con todas las mujeres como si estuviese enamorado de ellas y con todos los hombres como si lo aburriesen y, al final de su primera temporada, tendrƔ fama de poseer el mƔs perfecto tacto social.
No voy a decirle que el mundo no importa nada, ni la voz del mundo, ni la voz de la sociedad. Importan mucho. Importan demasiado. Pero hay momentos en que uno debe elegir entre vivir su propia vida, completa, enteramente o arrastrar la existencia falsa y degradante que el mundo, en su hipocresĆ­a, manda.
Un hombre que pueda dominar la mesa en una cena de Londres puede dominar el mundo.
En la guerra, el fuerte esclaviza al dĆ©bil y en la paz, el rico esclaviza al pobre. -¿No son hermanos el rico y el pobre? -preguntĆ³ el joven rey. -Claro -contestĆ³ el hombre-, y el nombre del hermano rico es CaĆ­n.
En los asuntos de gran importancia, lo esencial es el estilo, no la sinceridad. Los elegidos son aquellos para quienes las cosas bellas significan sĆ³lo belleza.
La sensaciĆ³n de belleza es la sensaciĆ³n mĆ”s elevada de la que es capaz el ser humano.
La belleza termina donde empieza la expresiĆ³n intelectual.
Los hombres importantes de todas las profesiones son horribles, excepto los clƩrigos. Pero ellos no piensan.
Es enormemente monstruosa la costumbre que tiene la gente de decir cosas contra uno, a sus espaldas, que son absoluta y enteramente ciertas.
DespuĆ©s de todo, ¿quĆ© es una bella mentira? Simplemente lo que posee su propia evidencia. Si un hombre es lo suficientemente falto de imaginaciĆ³n como para aportar pruebas en apoyo de una mentira, mejor harĆ­a en decir la verdad.
El feo y el estĆŗpido tienen lo mejor de este mundo. Pueden vivir tranquilos. Si no saben nada de la victoria, se ahorran conocer la derrota.
La belleza es una forma del genio, mĆ”s elevada aĆŗn que el genio. Convierte en prĆ­ncipes a quienes la poseen.
El genio dura mucho mƔs que la belleza. Esta es la causa de que nos tomemos tanto trabajo en aprender.
Cuando uno pierde la belleza, lo pierde todo con ella.
Toda belleza fĆ­sica es una trampa. Una trampa en la que todo hombre sensato gustarĆ­a dejarse agarrar.
Solamente la gente frĆ­vola no juzga por las apariencias. El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible.
Si uno explica una idea a un verdadero inglĆ©s, lo cual es muy arriesgado, Ć©l nunca piensa en si la idea es buena o mala. La Ćŗnica cosa que considera de importancia es saber si uno cree en ella o no.
SĆ³lo las cosas sagradas merecen ser tocadas.
Gracias a la moda, lo que es realmente fantƔstico se convierte por un instante en algo universal.
El dandismo es un intento de asegurar el modernismo absoluto de la belleza. A travƩs de la naturaleza moral y no a travƩs de la intelectual es como las grandes verdades se extienden.
El valor de una idea no tiene nada que ver con la sinceridad del hombre que la expresa. Por el contrario, cuanto menos sincero es el hombre, hay mƔs probabilidad de que la idea sea buena, porque en ese caso no va acompaƱada de los deseos y los prejuicios que acarrea la sinceridad.
Estamos dominados por el fanƔtico, cuyo peor vicio es la sinceridad. AcostumbrƔbamos decir de Ʃl que hubiera sido el mejor de los camaradas si no hubiera tenido siempre la costumbre de decir la verdad.
Los hombres elegantes y las mujeres bonitas manejan el mundo o al menos, debieran manejarlo.
La verdad raras veces es pura y nunca es simple.
La industria es la raĆ­z de toda fealdad.
La ignorancia es como un delicado fruto exĆ³tico: si se la toca, se le caen las flores. Es una cosa terrible para un hombre, descubrir de repente que durante toda su vida no ha dicho mĆ”s que la verdad. Si no me amĆ”is, mentidme, porque en vuestros labios la mentira se avergonzarĆ­a y se convertirĆ­a en realidad.
Todas las razones son absurdas.
El inglĆ©s no puede soportar al hombre que siempre estĆ” diciendo que tiene la razĆ³n, pero le gusta mucho el hombre que admite que estĆ” equivocado.
La moda es lo que uno lleva; lo que no estƔ de moda es lo que llevan los demƔs. Asƭ como la vulgaridad es la manera de obrar de los demƔs y las mentiras son las verdades de los otros.
Una verdad deja de ser cierta cuando mƔs de una persona cree en ella.
La verdad, algo tan personal que la misma verdad nunca podrĆ­a ser valorada por dos mentes diferentes.
Hay mucho de verdad en lo que usted ha dicho y estaba muy bonita mientras lo decĆ­a, lo cual es muy importante.
Si uno dice la verdad es seguro de que, tarde o temprano, serĆ” descubierto.
Me gusta mirar a los genios y escuchar a las bellezas.
La falta de sinceridad es simplemente un mƩtodo con el cual podemos multiplicar nuestras personalidades.
Las paradojas son el camino de la verdad. Para poner a prueba la realidad, debemos verla sobre la cuerda floja. Cuando las verdades se convierten en acrĆ³batas, podemos juzgarlas.
La verdad se puede encontrar hasta en el fondo de un pozo, pero aparentemente es difĆ­cil encontrarla en el tribunal de la justicia.
Nunca nos comprendemos a nosotros mismos y raramente comprendemos a los demƔs.
SĆ³lo hay dos clases de personas que son realmente fascinantes: las que lo saben absolutamente todo y las que no saben absolutamente nada.
Me gustan los escƔndalos de los demƔs, pero los mƭos no me interesan. No tienen el encanto de la novedad.
Ser natural es simplemente una pose y la mƔs horrible que conozco. Conciencia y cobardƭa son realmente lo mismo. La primera no es mƔs que un bonito nombre de la segunda.
En cuanto a la conciencia, es sĆ³lo el nombre que usa la cobardĆ­a para evitar la lucha.
Puedo soportar la fuerza bruta, pero la razĆ³n bruta es completamente insoportable. Hay algo injusto en su uso. Es un golpe bajo para la inteligencia.
Debe de tener un carƔcter verdaderamente romƔntico, porque llora cuando no hay nada por lo que llorar.
Siempre hay algo infinitamente sĆ³rdido en las tragedias ajenas.
La experiencia es la manera que tienen los hombres de llamar a sus errores. Siempre que un hombre hace una cosa estĆŗpida es por los mĆ”s nobles motivos. Nunca tengo en cuenta lo que dice la gente vulgar y nunca intervengo en lo que hace la gente encantadora.
La razĆ³n de que nos guste pensar tan bien de los demĆ”s es que todos tememos pensar en nosotros mismos. La base del optimismo es el puro terror.
El individualismo ese¡ fin mĆ”s elevado. Siempre podemos ser amables con las personas que no nos importan.
Hay cierta fatalidad en las buenas resoluciones; siempre se toman demasiado tarde.
No puedo repetir una emociĆ³n. Nadie puede hacerlo, excepto los sentimentales.
QuizĆ”s nunca aparenta estar uno mĆ”s tranquilo que cuando tiene que fingir. En Inglaterra, un hombre que no puede hablar de moralidad dos veces por semana a un numeroso, popular e inmoral auditorio, no puede ser un polĆ­tico serio. En el mundo comĆŗn de los hechos, los malos no son castigados ni los buenos, recompensados. El Ć©xito es de los fuertes, el fracaso cae sobre los dĆ©biles. Todo crimen es vulgar, asĆ­ como toda vulgaridad es un crimen.
El asesinato es siempre un error. No se debe hacer nada que no se pueda comentar en la sobremesa.
El verdadero insensato, el loco genuino, de quien los dioses se rĆ­en o al que arruinan, es el que no se conoce a sĆ­ mismo.
Todo lo que es capaz de iluminar al hombre debe venir de sĆ­ mismo. Es inĆŗtil decir a alguien lo que no siente o no puede comprender.
El odio es la negaciĆ³n eterna. Desde el punto de vista de las emociones, es una forma de atrofia que aniquila todo, excepto a sĆ­ mismo.
El sentimental es sencillamente aquel que desea procurarse el lujo de una emociĆ³n sin tener que pagarla.
El sentimental siempre es, en el fondo, un cĆ­nico. Y por delicioso que sea el cinismo desde el punto de vista intelectual, nunca podrĆ” ser otra cosa que la perfecta filosofĆ­a del hombre sin alma.
DescubriĆ³ muy pronto en la vida la importante verdad de que nada se parece tanto a la ingenuidad como el atrevimiento y, por una serie de aventuras despreocupadas -la mayorĆ­a completamente inocentes- adquiriĆ³ todos los privilegios de una personalidad.
Ellos no entendieron ni una palabra de lo que les dijo, pero esto no tenƭa importancia y echaron la cabeza a un lado mostrƔndose atentos, lo cual es tan bueno como comprender una cosa y mucho mƔs fƔcil.
Mucha gente obra bien, pero muy pocos hablan bien, lo cual demuestra que hablar es mucho mƔs difƭcil y mƔs bello.
Los viajes desarrollan maravillosamente la inteligencia y hacen desaparecer los prejuicios.
Muchas veces mantengo conversaciones conmigo mismo y soy tan inteligente que a veces no entiendo una sola palabra de lo que digo.
La gente que hace mƔs daƱo es la que trata de causar el mayor bien.
La desobediencia, a los ojos de uno que haya leĆ­do la historia, es la virtud original del hombre.
La aceptaciĆ³n de la propiedad privada ha daƱado verdaderamente al individualismo y lo ha oscurecido, al confundir al hombre con lo que posee. Ha deformado completamente al individualismo. Le ha hecho ganar el progreso material y no el espiritual. Esa es la causa por la que el hombre ha pensado que la cosa mĆ”s importante es tener y no sabe que lo mĆ”s importante es ser.
Una mƔscara es mƔs elocuente que u n rostro.
¿QuiĆ©n necesita ser consecuente? El vulgar y el doctrinario, esa gente aburrida que lleva sus principios hasta el amargo fin de la acciĆ³n.
El hombre puede creer en lo imposible, pero no puede creer nunca en lo improbable.
La enseƱanza es una cosa admirable, pero es bueno recordar de cuando en cuando que nada que valga la pena saber puede ser enseƱado.
Una idea que no es peligrosa es indigna de ser llamada idea.
¡Es tan fĆ”cil convencer a los demĆ”s! Lo difĆ­cil es convencerse a sĆ­ mismo.
Cuando la gente estĆ” de acuerdo conmigo, creo siempre que debo de estar equivocado.
Hoy en dĆ­a estamos tan faltos de todo, que las Ćŗnicas cosas agradables son los cumplidos. Son las Ćŗnicas cosas que se pueden ofrecer.
Si pretendemos ser buenos, el mundo nos toma muy en serio. Si pretendemos ser malos, no. AsĆ­ es la asombrosa estupidez del optimismo.
Un cĆ­nico es un hombre que sabe el precio de todo, pero no conoce el valor de nada.
Y un sentimental es un hombre que ve un absurdo valor en todo y no conoce el precio de nada.
Los ideales son cosas peligrosas. Las realidades son mejor. Nos hieren, pero son mejor.
En la actualidad, todo el mundo tiene su precio. Lo malo es que la mayorĆ­a de la gente es horriblemente cara.
Si no se tiene una fortuna, es inĆŗtil ser un hombre encantador.
No hacer nada es un trabajo terriblemente duro. Y yo no estoy dispuesto a trabajar si no es por una finalidad determinada.
Me gustan los disgustos. Son las Ćŗnicas cosas que nunca han sido serias. Odio tener que esperar a alguien, aunque sĆ³lo sean cinco minutos. SĆ© que yo no soy puntual, pero me gusta la puntualidad en los demĆ”s.
No me gustan los argumentos, sean de la clase que fueren. Siempre son vulgares y, la mayorĆ­a de las veces, convincentes.
Ten prudencia. En tus asuntos nunca te apresures. ActĆŗa con arreglo a tu segundo pensamiento, pues los primeros impulsos son generalmente buenos.
No estamos atados por la ley, sino que con ella atamos a los demƔs. Donde no hay ley, no se puede infringir la ley y asƭ, todos los hombres son virtuosos.
El optimismo empieza con una amplia sonrisa y el pesimismo termina con unos anteojos azules; ambos son simplemente poses.
Ser natural es una pose muy difĆ­cil de mantener.
Las preguntas nunca son indiscretas. Las respuestas, a veces sĆ­.
Escuchar es algo muy peligroso. Si uno escucha, lo pueden convencer. NingĆŗn hombre es lo bastante rico como para comprar su pasado.
No me vendƭ por dinero. ComprƩ el Ʃxito a un alto precio.
Siempre merece la pena hacer una pregunta, aunque no siempre vale la pena contestarla.
Nadie es incapaz de hacer una tonterĆ­a. Nadie es incapaz de hacer una cosa deshonesta.
El sacrificio es una cosa que deberĆ­a estar fuera de la ley. ¡Es tan desmoralizador para la gente por la que uno se sacrifica! Siempre acaban mal.
Cuando uno hace una visita es para hacer perder el tiempo a los demƔs, no para perder el suyo.
Si un hombre conoce la ley, no hay nada ilegal que Ć©l no pueda hacer cuando guste.
La indiferencia es el castigo que da el mundo a las mediocridades.
En la actualidad hay que tener una ocupaciĆ³n. Si no tuviese mis deudas, no sabrĆ­a en quĆ© pensar.
La gente inteligente nunca escucha y los estĆŗpidos nunca hablan.
El deber es lo que uno espera que hagan los demƔs, pero que nunca hace uno mismo.
La gente es tan superficial que no entiende la filosofĆ­a de lo superficial. Los que ven alguna diferencia entre el alma y el cuerpo no tienen ni lo uno ni lo otro.
Un ojal bien hecho es el Ćŗnico enlace entre el arte y la naturaleza.
Los bien nacidos contradicen a los demƔs. Los sabios se contradicen a sƭ mismos.
La estupidez es el principio de la seriedad.
Solamente por no pagar sus facturas, uno puede vivir en la memoria de las clases comerciales.
Solamente los superficiales se conocen a sĆ­ mismos.
El tiempo es un derroche de dinero. Uno siempre deberĆ­a ser un poco improbable.
Si algunas veces soy excesivamente elegante, lo compenso con ser siempre excesivamente bien educado.
Ser prematuro es ser siempre perfecto. Cualquier preocupaciĆ³n con respecto a lo que es cierto o errĆ³neo en nuestra conducta muestra un deficiente desarrollo intelectual.
La ambiciĆ³n es el Ćŗltimo refugio del fracaso.
En los exĆ”menes, los tontos preguntan cosas que los listos no pueden contestar. SĆ³lo las cualidades superficiales desaparecen. El carĆ”cter mĆ”s profundo del hombre se encuentra pronto.
Un nombre que ha de correr de boca en boca no debe ser muy largo. Resulta muy caro para los carteles. Si uno es desconocido, cierto nĆŗmero de nombres es Ćŗtil, quizĆ”s necesario. Si uno ya es famoso, va desprendiĆ©ndose de algunos, tal como el aerĆ³stato que, segĆŗn va ascendiendo, va arrojando lastre inĆŗtil.
La conversaciĆ³n erudita es la afectaciĆ³n del ignorante o la profesiĆ³n del mentalmente desocupado.
Una persona sensible es una persona que, porque tiene callos, siempre pisa los pies de los demƔs.
Es absurdo dividir a las personas en buenas y en malas. La gente es encantadora o aburrida.
Cada hombre mata lo que ama; algunos lo hacen con una mirada amarga; otros, con dulces palabras; el cobarde lo hace con un beso; el valiente lo hace con la espada.
Quieres a todo el mundo, lo cual quiere decir que todo el mundo te es indiferente.
La risa no es un mal comienzo para una amistad y es el mejor final.
Elijo a mis amigos por su buena apariencia, a mis conocidos por su buen carƔcter y a mis enemigos por su inteligencia.
No era lo bastante inteligente como para tener enemigos.
No puedo evitar detestar a mis parientes. Supongo que se debe a que ninguno puede soportar a los que tienen los mismos defectos que nosotros.
Siempre me gusta saberlo todo acerca de mis nuevos amigos y no saber nada sobre los viejos.
-Me dice cosas que me aburren. Me da buenos consejos.
-La gente tiene mucha costumbre de dar lo que ella necesita. Es lo que yo llamo el abismo de la generosidad.
Una de esas mediocridades de edad mediana, que nunca tiene enemigos, pero que disgusta mucho a sus amigos.
El beneficio de todo compaƱerismo, sea en el matrimonio, sea en la amistad, depende de la conversaciĆ³n; pero es preciso una base comĆŗn y, entre dos personas de culturas radicalmente distintas, la Ćŗnica base posible estĆ” en el nivel mĆ”s bajo. En el pensamiento asĆ­ como en la acciĆ³n, lo trivial es delicioso.
Siempre es una tonterĆ­a dar consejos, pero dar buenos consejos es fatal.
¡Los tontos y malditos parientes le dan a uno tanta respetabilidad!
Ten enemigos, pues si no, el mundo no te tendrƭa en cuenta; esa es la prueba del poder. Sin embargo, muestra una sonrisa de amistad a todos los hombres hasta que los tengas seguros en tu poder. Entonces podrƔs aplastarlos.
Un encuentro que empieza con un cumplido, seguro que terminarĆ” con una gran amistad.
Siempre comunico los buenos consejos. Es lo Ćŗnico que se puede hacer con ellos. A uno nunca le son Ćŗtiles.
PreferirĆ­a perder a mi mejor amigo que a mi peor enemigo. Para tener amigos sĆ³lo se necesita tener buen carĆ”cter, pero si un hombre no tiene enemigos, no hay duda de que es una mediocridad.
DespuƩs de una buena cena, uno puede perdonar a cualquiera, hasta a sus propios parientes.
Los parientes son simplemente un montĆ³n de gente fastidiosa, que no tienen ni la mĆ”s remota nociĆ³n de cĆ³mo hay que vivir ni el mĆ”s leve instinto de cuĆ”ndo deben morir.
Todo el mundo puede simpatizar con el sufrimiento de un amigo, pero se requiere una naturaleza muy bella, para simpatizar con el Ć©xito de un amigo.
Volver a la juventud es solamente repetir sus locuras.
La juventud es una de las cosas mƔs valiosas del mundo.
Los jĆ³venes quieren ser fieles y no lo son; los viejos quieren ser infieles y no pueden.
Los jĆ³venes de hoy imaginan que el dinero lo es todo y cuando se hacen viejos, se dan cuenta de que es cierto.
Yo no necesito dinero. Solamente los que pagan sus deudas lo necesitan y yo nunca pago las mƭas. El crƩdito es el capital de un hijo joven y se vive magnƭficamente con Ʃl.
El secreto de la eterna juventud consiste en no tener nunca una emociĆ³n que nos siente mal.
En Londres no se debe hacer el "debut" con un escƔndalo. Eso queda reservado
para dar un poco de interĆ©s a la vejez. La juventud sonrĆ­e sin ninguna razĆ³n. Ese es uno de sus mejores encantos. No soy romĆ”ntico. AĆŗn no soy lo bastante viejo. Dejo el romanticismo para los que son mĆ”s viejos que yo.
TenĆ­a la idea de que una jovialidad excesiva puede suplir la total carencia de ideas.
Por volver a ser joven, yo harĆ­a cualquier cosa, excepto ejercicio, levantarme temprano y ser respetable.
La tragedia de la vejez no es ser viejo, sino haber sido joven.
PoseĆ­a esa desordenada pasiĆ³n por el placer, que constituye el secreto de la eterna juventud.
Los hombres se hacen viejos, pero nunca buenos.
La gente que es lo suficientemente vieja para saber lo mejor, no sabe absolutamente nada.
TĆŗ siempre adoptas una actitud perfectamente inmoral frente a la vida. No eres aĆŗn lo bastante viejo para hacer eso.
Los niƱos empiezan por amar a sus padres; cuando crecen los juzgan; algunas veces los perdonan.
La vacilaciĆ³n de cualquier clase es un signo de decadencia mental en los jĆ³venes y de decadencia fĆ­sica en los viejos.
Los asuntos domƩsticos hacen envejecer rƔpidamente y distraen la mente de otras cosas mƔs elevadas.
Es lo bastante viejo para hacer el mal y no lo suficiente para ser listo.
El placer es la Ćŗnica cosa para la que deberĆ­a vivirse. Nada envejece tanto como la felicidad.
Cuando un hombre tiene la edad suficiente para hacer el bien, tambiƩn la tiene para hacer el mal.
Los viejos lo creen todo, los adultos lo sospechan todo, mientras que los jĆ³venes lo saben todo.
La condiciĆ³n para ser perfecto es estar ocioso; para alcanzar la perfecciĆ³n hay que ser joven.
Hay algo trĆ”gico en el enorme nĆŗmero de jĆ³venes que comienzan su vida bien orientados y terminan por adoptar alguna ocupaciĆ³n Ćŗtil.
No hay nada como la juventud. Los de edad mediana tienen la vida hipotecada. Los viejos estĆ”n en el desvĆ”n de la vida. Pero los jĆ³venes son los amos de la vida. La juventud tiene un reino esperĆ”ndola. Todo el mundo nace rey y la mayorĆ­a de la gente muere en el exilio, como la mayorĆ­a de los reyes.
La juventud actual no tiene ningĆŗn respeto al pelo teƱido.
El alma nace vieja y se va haciendo joven. Esa es la comedia de la vida. El cuerpo nace joven y se va haciendo viejo. Esa es la tragedia.
El placer para el cuerpo bello, el dolor para el alma hermosa.
Puedo simpatizar con todo, excepto con el sufrimiento.
El peso de este mundo es demasiado grande para que un solo hombre pueda soportarlo, y la tristeza del mundo demasiado fuerte para que un solo corazĆ³n pueda sufrirla.
Sin duda, en esta carta que me veo obligado a escribirte sobre tu vida y la mĆ­a, el pasado y el futuro, las cosas dulces convertidas en amargura y las cosas amargas que aĆŗn pueden ser trocadas en dulzura, ha de haber mucho que hiera tu vanidad en lo vivo. Pero, si asĆ­ fuera, vuelve a leerla una y otra vez hasta acabar con tu vanidad. Y si encuentras en ella algo que te parezca una acusaciĆ³n injusta, recuerda que siempre deberĆ­a uno darse por contento de que hubiese alguna falta capaz de serle imputada injustamente. Pero si, a la vez, hay en esta carta algĆŗn pasaje que haga acudir las lĆ”grimas a tus ojos, no las contengas, llora, como lloramos
los que estamos en la cĆ”rcel, donde el dĆ­a, no menos que la noche, estĆ” hecho para llorar. Es lo Ćŗnico que aĆŗn puede salvarte. Si, en vez de ello, vas con lamentaciones a tu madre para que ella te halague y consuele, volviĆ©ndote a tu acostumbrada vanidad y satisfacciĆ³n de ti mismo, en ese caso, serĆ” seƱal de que estĆ”s irremediablemente perdido. En el momento en que encuentres una falsa excusa de tu conducta, es seguro de que no tardarĆ”s en hallar otras ciento y acabarĆ”s por ser exactamente lo mismo que fuiste antes.
Los que vivimos en prisiĆ³n, sin mĆ”s acontecimiento en nuestras vidas que el dolor, tenemos que medir el tiempo por los latidos de sufrimiento y el registro de los momentos amargos. No tenemos otra cosa en que pensar. El sufrimiento es el medio por el cual existimos, ya que es el Ćŗnico medio por el que somos conscientes de la existencia, y el recuerdo de los sufrimientos pasados nos es necesario como prueba y evidencia de nuestra subsistente identidad.
Sufrir es un solo larguĆ­simo momento. No podemos dividirlo en estaciones. SĆ³lo podemos registrar sus caprichos y escribir la crĆ³nica de su retorno. Para nosotros, el tiempo en sĆ­ no avanza. Solamente gira. Parece dar vueltas en torno a un Ćŗnico centro de dolor. La inmovilidad paralizadora de una vida cuyas circunstancias estĆ”n reguladas segĆŗn un patrĆ³n inmutable, de modo que comemos y bebemos, dormimos y rezamos, o por lo menos nos arrodillamos para rezar de acuerdo con las leyes inflexibles de una fĆ³rmula de hierro; esta condiciĆ³n de inmovilidad, que hace que cada horrible dĆ­a sea exactamente igual al anterior en cada uno de sus detalles, parece comunicarse a esas
fuerzas externas cuya esencia misma es el cambio incesante.
Lo mĆ”s terrible de la vida en la cĆ”rcel no es que destroce el corazĆ³n -los corazones estĆ”n hechos para ser destrozados-, sino que lo convierta en piedra.
Si la resoluciĆ³n de llegar a ser un hombre mejor es un acto de puritanismo empĆ­rico, el haber llegado a ser un hombre mĆ”s profundamente humano es el privilegio de los que han sufrido.
La mayorĆ­a de las personas malgastan sus vidas por un altruismo malsano y exagerado y, en resumen, estĆ”n obligados a hacerlo asĆ­. Se encuentran rodeados de una pobreza atroz, de una repulsiva fealdad y una espantosa miseria y se dejan conmover inevitablemente por todo eso. Las emociones del hombre se excitan mĆ”s rĆ”pidamente que su inteligencia, y es mucho mĆ”s fĆ”cil simpatizar con el dolor que con el pensamiento. Por eso los hombres emprenden la tarea de remediar los males que ven de manera muy seria y sentimental y con miras admirables, aunque errĆ³neas. Pero sus remedios no curan la enfermedad, simplemente la prolongan. Desde luego, sus remedios son parte de la enfermedad.
La miseria y la pobreza son tan absolutamente degradantes y producen un efecto tan paralizador sobre la naturaleza del hombre, que ninguna clase es realmente consciente de su propio sufrimiento.
La mĆŗsica le crea a uno un pasado del cual ha estado ignorante y lo llena de una tristeza que ha estado escondida a las propias lĆ”grimas.
Los corazones reviven al ser heridos. El placer puede convertir un corazĆ³n en piedra, la riqueza puede endurecerlo, pero el dolor no puede romperlo.
A veces se les indica a los pobres que deben ahorrar. Pero recomendarle el ahorro a los pobres es a la vez grotesco e insultante. Es como aconsejar al que se estĆ” muriendo de hambre que no coma tanto.
Tras la alegrƭa y la risa puede haber un temperamento grosero, duro e insensible. Pero detrƔs del dolor siempre hay dolor. La tristeza, a diferencia del placer, nunca lleva mƔscara.
Todo, para ser verdad, debe convertirse en religiĆ³n.
La religiĆ³n es lo que sustituye de forma elegante a la fe.
El escepticismo es el comienzo de la fe. Los dioses son extraƱos. No sĆ³lo convierten nuestros vicios en instrumentos de castigo, sino que tambiĆ©n nos llevan a la ruina aprovechando lo que hay en nosotros de bueno, dulce y humano.
SĆ³lo es espiritual todo aquello que modela su propia forma. No hay una sola degradaciĆ³n del cuerpo que no deba contribuir a espiritualizar el alma.
Cristo fue no solamente el supremo individualista, sino el primero en la historia. Se ha querido hacer de Ć©l un vulgar filĆ”ntropo o lo han colocado como altruista entre los ignorantes y los sentimentales. Pero en realidad no fue ni lo uno ni lo otro. Vivir para los demĆ”s como objetivo consciente y deliberado no era su credo. Cuando dice: "Perdonad a vuestros enemigos", no lo dice por amor al enemigo, sino por amor a uno mismo y porque el amor es mĆ”s bello que el odio. Cuando aconseja al joven rico: "Ve y vende todo lo que tienes y dĆ”selo a los pobres", no estĆ” pensando en la situaciĆ³n de los pobres, sino en el alma del joven, el alma que la riqueza estaba desfigurando.
Hay solamente una cosa peor que la injusticia y es la justicia sin su espada en la mano. Cuando el derecho no es la fuerza, es el mal.
Cuando los dioses desean castigarnos, atienden nuestros ruegos.
Las religiones mueren cuando se comprueba que son ciertas. La ciencia es el registro de las religiones muertas.
SĆ³lo los dioses gustan de la muerte: Apolo desapareciĆ³, pero Jacinto, que los hombres decĆ­an que se habĆ­a matado, vive aĆŗn. NerĆ³n y Narciso estĆ”n siempre con nosotros.
El hecho de que Dios ame al hombre nos muestra que, en el orden divino de las cosas ideales, estĆ” escrito que el amor eterno serĆ” dado a quien sea eternamente indigno de Ć©l.
El misterio final reside en uno mismo. Y ahora ha llegado el momento de poder decir con toda sencillez y sin afectaciĆ³n que los dos momentos cruciales de mi vida fueron cuando mi padre me enviĆ³ a Oxford y cuando la sociedad me enviĆ³ a prisiĆ³n.
¿Quiere conocer en quĆ© consiste la tragedia de mi vida? Pues en que he puesto mi genio en mi vida; sĆ³lo mi talento lo he puesto en mis obras.
TomĆ© el teatro, la forma mĆ”s objetiva que se conoce del arte, y lo convertĆ­ en un modo de expresiĆ³n tan personal como el poema lĆ­rico o el soneto. TratĆ© el arte como la realidad suprema y la vida como una simple ficciĆ³n. ResumĆ­ todos los sistemas en una frase y toda la existencia en un epigrama. Lo que era para mĆ­ la paradoja en la esfera del pensamiento, lo fue la perversidad en la esfera de la pasiĆ³n.
Querida y amada: Yo estoy aquĆ­ y tĆŗ en las AntĆ­podas. Cosa odiosa que aparta nuestros labios de los besos, aunque nuestras almas son una. ¿QuĆ© puedo decirte en una carta? Nada de lo que quisiera decirte. Los mensajes que los dioses se intercambian no viajan en tinta sobre papel y ni siquiera tu presencia fĆ­sica te harĆ­a aquĆ­ mĆ”s real, porque siento tus dedos en mi pelo y tu mejilla rozando la mĆ­a. El aire estĆ” lleno de la mĆŗsica de tu voz, mi alma y mi cuerpo ya hace mucho tiempo que parecen no ser los mĆ­os, sino que parecen estar unidos a los tuyos en un Ć©xtasis exquisito. Me siento incompleto sin ti.
Muchacho mĆ­o: Tu soneto es encantador y es una maravilla que esos labios tuyos de pĆ©talos de rosa no se hayan hecho menos para la mĆŗsica de la canciĆ³n que para la locura de los besos. Tu esbelta alma dorada oscila entre la pasiĆ³n y la poesĆ­a. Yo sĆ© que Jacinto, a quien Apolo amaba con locura, eras tĆŗ en tiempo de los griegos.





































































































































































































































































































































































































































































































































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