Gente con cara de idiota
Gente con cara de idiota
IMBECILES
La palabra imbĆ©cil la heredamos de los griegos, quienes la usaban para llamar a aquellos que vivĆan apoyĆ”ndose sobre los demĆ”s, los que dependĆan de alguien para poder caminar.
Aquellos adultos sanos que sigan eligiendo depender de otros se volverƔn, con el tiempo, imbƩciles sin retorno. Muchos de ellos han sido educados para serlo, porque hay padres que liberan y padres que imbecilizan.
Hay padres que invitan a los hijos a elegir devolviĆ©ndoles la responsabilidad sobre sus vidas a medida que crecen y tambiĆ©n padres que prefieren estar siempre cerca “Para ayudar”, “Por si acaso”, “Porque Ć©l (cuarenta y dos aƱos) es tan ingenuo” y “Porque ¿para quĆ© estĆ” la plata que hemos ganado si no es para ayudar a nuestros hijos?”.
Esos padres morirĆ”n algĆŗn dĆa y esos hijos van a terminar intentando usarnos a nosotros como el bastĆ³n sustituyente.
Siguiendo el anƔlisis propuesto por Fernando Savater, existen distintas clases de imbƩciles.
Los imbĆ©ciles intelectuales, que son aquellos que creen que no les da la cabeza (o temen que se les gaste si la usan) y entonces le preguntan al otro: ¿CĆ³mo soy? ¿QuĆ© tengo que hacer? ¿AdĆ³nde tengo que ir? Y cuando tienen que tomar una decisiĆ³n van por el mundo preguntando: “Vos ¿quĆ© harĆas en mi lugar?”.
Ante cada acciĆ³n construyen un equipo de asesores para que piense por ellos. Como en verdad creen que no pueden pensar, depositan su capacidad de pensar en los otros, lo cual es bastante inquietante. El gran peligro es que a veces son confundidos con la gente genuinamente considerada y amable, y pueden terminar, por confluyentes, siendo muy populares. (QuizĆ”s deba dejar aquĆ una sola advertencia: JamĆ”s los votes.)
Los imbƩciles afectivos son aquellos que dependen todo el tiempo de que alguien les diga que los quiere, que los ama, que son lindos, que son buenos.
Son protagonistas de diƔlogos famosos:
—¿Me querĆ©s?
—SĆ, te quiero…
—¿Te molestĆ³?
—¿QuĆ© cosa?
—Mi pregunta.
—No, ¿por quĆ© me iba a molestar?
—Ah… ¿Me seguĆs queriendo?(¡Para pegarle!)
Un imbĆ©cil afectivo estĆ” permanentemente a la bĆŗsqueda de otro que le repita que nunca, nunca, nunca lo va a dejar de querer. Todos sentimos el deseo normal de ser queridos por la persona que amamos, pero otra cosa es vivir para confirmarlo.
Los varones tenemos mƔs tendencia a la imbecilidad afectiva que las mujeres. Ellas, cuando son imbƩciles, tienden a serlo en hechos prƔcticos, no afectivos.
Tomemos mil matrimonios separados hace tres meses y observemos su evoluciĆ³n. El 95% de los hombres estĆ” con otra mujer, conviviendo o casi.
Si hablamos con ellos dirƔn:
—No podĆa soportar llegar a mi casa y encontrar las luces apagadas y nadie esperando. No aguantaba pasar los fines de semana solo.
El 99% de las mujeres sigue viviendo sola o con sus hijos. Hablamos con ellas y dicen:
—Una vez que resolvĆ cĆ³mo hacer para arreglar la canilla y que acomodĆ© el tema econĆ³mico, para quĆ© quiero tener un hombre en mi casa, ¿para que me diga “traĆ©me las pantuflas, mi amor”? De ninguna manera.
Ellas encontrarĆ”n pareja o no la encontrarĆ”n, desearĆ”n, aƱorarĆ”n y querrĆ”n encontrar a alguien con quien compartir algunas cosas, pero muy difĆcilmente acepten a cualquiera para no sentir la desesperaciĆ³n de “la luz apagada”. Eso es patrimonio masculino. Y por Ćŗltimo…
Los imbĆ©ciles morales, sin duda los mĆ”s peligrosos de todos. Son los que necesitan permanentemente aprobaciĆ³n del afuera para tomar sus decisiones, es alguien que necesita de otro para que le diga si lo que hace estĆ” bien o mal, alguien que todo el tiempo estĆ” pendiente de si lo que quiere hacer corresponde o no corresponde, si es o no lo que el otro o la mayorĆa harĆan.
Son aquellos que se la pasan haciendo encuestas sobre si tienen o no tienen que cambiar el auto, si les conviene o no com-prarse una nueva casa, si es o no el momento ade-cuado para tener un hijo.
Defenderse de su acoso es bastante difĆcil; se puede probar no contestando a sus demandas sobre, por ejemplo, cĆ³mo se debe doblar el papel higiĆ©nico; sin embargo, creo que mejor es… huir.
Cuando alguno de estos modelos de dependencia se agudiza y se deposita en una sola persona del entorno, el individuo puede llegar a creer sinceramente que no podrĆa subsistir sin el otro. Por lo tanto, empieza a condicionar cada conducta a ese vĆnculo patolĆ³gico al que siente a la vez como su salvaciĆ³n y su calvario. Todo lo que hace estĆ” inspirado, dirigido, producido o dedicado a halagar, enojar, seducir, premiar o castigar a aquel de quien depende.
Este tipo de imbĆ©ciles son los individuos que modernamente la psicologĆa llama COdependientes.
Un codependiente es un individuo que padece una enfermedad similar a cualquier adicciĆ³n, diferenciada sĆ³lo por el hecho (en realidad menor) de que su “droga” es un determinado tipo de personas o una persona en particular.
El codependiente es portador de una personalidad proclive a las adicciones y puede, llegado el caso, realizar actos casi (o francamente) irracionales para proveerse “la droga”. Y como sucede con la mayorĆa de las adicciones, si se viera bruscamente privado de ella podrĆa caer en un cuadro, a veces gravĆsimo, de abstinencia.
La codependencia es el grado superlativo de la dependencia enfermiza. La adicciĆ³n queda escondida detrĆ”s de la valoraciĆ³n amorosa y la conducta dependiente se incrusta en la personalidad como la idea: “No puedo vivir sin vos”.
Siempre alguien argumenta:
—…Pero, si yo amo a alguien, y lo amo con todo mi corazĆ³n, ¿no es cierto acaso que no puedo vivir sin Ć©l? Y yo siempre contesto:—No, la verdad que no.
La verdad es que siempre puedo vivir sin el otro, siempre, y hay dos personas que deberĆan saberlo: yo y el otro.
Me parece horrible que alguien piense que yo no puedo vivir sin Ć©l y crea que si decide irse me muero… Me aterra la idea de convivir con alguien que crea que soy imprescindible en su vida.
Estos pensamientos son siempre de una manipulaciĆ³n y una exigencia siniestras.
El amor siempre es positivo y maravilloso, nunca es negativo, pero puede ser la excusa que yo utilizo para volverme adicto.
Por eso suelo decir que el CO-DEPENDIENTE, NO AMA, repito, NO AMA; Ć©l necesita, Ć©l reclama, Ć©l depende, pero no ama. SerĆa bueno empezar a deshacernos de nuestras adicciones a las personas, abandonar estos espacios de dependencia y ayudar al otro a que supere los propios.
Me encantarĆa que la gente que yo quiero me quiera; pero si esa gente no me quiere, me encantarĆa que me lo diga y se vaya (o que no me lo diga pero que se vaya). Porque no quiero estar al lado de quien no quiere estar conmigo…
Es muy doloroso. Pero siempre serƔ mejor que si te quedaras engaƱƔndome.
Dice Antonio Porchia en su libro Voces:
“Han dejado de engaƱarte, no de quererte, y sufres como si hubiesen dejado de quererte”.
Claro, a todos nos gustarĆa evitar la odiosa frustraciĆ³n de no ser queridos. A veces, para lograrlo, nos volvemos neurĆ³ticamente manipuladores: Manejo la situaciĆ³n para poder engaƱarme y creer que me seguĆs queriendo, que seguĆs siendo mi punto de apoyo, mi bastĆ³n.
Y empiezo a descender. Me voy metiendo en un pozo cada vez mĆ”s oscuro buscando la iluminaciĆ³n del encuentro… HASTA LLEGAR A LA ATRACCIĆN FATAL:
—Si no pude conseguir sentirme querida ni necesitada, si te negaste a tenerme lĆ”stima y ocuparte de mĆ por piedad, si ni siquiera conseguĆ que me odies, ahora vas a tener que notar mi presencia, quieras o no, porque a partir de ahora voy a tratar de que me temas.
Cuando la bĆŗsqueda de tu mirada se transforma en dependencia, el amor se transforma en una lucha por el poder.
del libro «El Camino de la Autodependencia» de Jorge Bucay,
Todos sentimos el deseo normal de ser queridos por la persona que amamos, pero otra cosa es vivir para confirmarlo.
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